Continúan los testimonios de las familias afectadas por el trato «inhumano» que han recibido, desde hace tiempo, los usuarios de la residencia privada Colisée de Jesús. En este sentido, la ibicenca M. P. se puso en contacto con este medio para denunciar los abusos que sufrió su madre durante las tres semanas que estuvo ingresada en el centro. «Desde el primer día fue desatendida. La dejaron morir allí. Tuvo que ingresar en Can Misses en estado crítico porque estaba deshidratada, sobremedicada y con el sodio por las nubes», recuerda esta mujer con un nudo en la garganta.

Relata que la «dejadez» del equipo sanitario del centro y el «abandono absoluto» de los usuarios era diario. «No la duchaban, tampoco le lavaban los dientes, la aseaban con agua fría en la cama y le cambiaron la braga de incontinencia por un pañal», explica esta hija, que en tan solo tres semanas pudo advertir cómo su madre sufría un gran deterioro físico. Subraya que su madre tenía que hacer rehabilitación todas las semanas tras el ictus que tuvo, pero los sanitarios la tenían todo el día sentada en su silla de paseo. Apunta que esta apoplejía le ocasionó secuelas de movilidad y estabilidad. «Una de las auxiliares me dijo que las personas dependientes tienen que ir del sillón a la cama y de la cama al sillón», lamenta.

También explica que los auxiliares ni siquiera contaban con la titulación requerida para desempeñar estas labores sanitarias. «El personal contratado no tenía ningún tipo de preparación», revela. Una situación que esta mujer recuerda cada día. «Ha pasado casi un año desde que mi madre estuvo ingresada en esta residencia, pero no consigo recuperarme», explica esta mujer haciendo hincapié en que apenas podía comunicarse con ella durante las tres semanas de marzo que estuvo interna.

Llamadas controladas

«Las llamadas estaban controladas. Es más, una de las auxiliares le requisó el móvil a mi madre y lo tenía guardado en su bolsillo. Durante este tiempo nunca le puede dar los buenos días o las buenas noches», apunta con indignación.

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La afectada sigue lamentando mucho el haber escogido esta residencia para que atendiesen y cuidasen a su madre de forma temporal. «Prolongué todo lo que pude su ingreso en un centro. Yo pensaba que era el mejor lugar, pero no. Murió abandonada y a mí me han destruido», señala esta mujer a Periódico de Ibiza y Formentera mientras subrayaba que, en una de las visitas que realizó su amiga, se encontró a su madre con los brazos y las piernas «amoratadas» después de que los sanitarios le pusieran una vía. «Había que avisar con mucha antelación a la dirección del centro antes de poder ir», detalla esta hija.

También declara que cuando tuvo la entrevista con la directora del centro no le permitieron ver todas las instalaciones. «Me mandaban fotos de su habitación, pero no correspondían con la realidad porque una vez pude hacer una videollamada con mi madre y no era el mismo cuarto que el de las fotografías», indica. Fue durante esta conversación cuando esta mujer también observó que los enseres que se llevó su madre al centro habían desaparecido de la habitación. «Le quitaron sus cosas. Su somier, su ropa y su colchón ya no estaban. Cuando falleció intenté recuperar sus pertenencias pero, a día de hoy, sigo sin tenerlas», explica.

Cierre de la residencia

Es por eso que esta mujer no se muestra nada indulgente con este centro y el equipo sanitario que trabaja en él: «Tienen que cerrar la residencia o despedir a todo el personal». En este sentido, subraya que, cuando todo esto ocurrió, en el centro no faltaban trabajadores sino vocación e interés. «Lo que había era una dejadez absoluta por parte de todos», apunta. En esta línea, las últimas familias que denunciaron el trato a sus familiares explicaron que las deficiencias se agravaron desde el verano pasado debido a la marcha de varios profesionales, que no se han sustituido. Entre ellos una psicóloga, una terapeuta y una fisioterapeuta. Cabe recordar que esta residencia cuenta con 114 plazas, 64 de ellas concertadas con el Govern.

M. P. recuerda como si fuera ayer los últimos días de su madre. «Pude hablar con ella el 29 de marzo y observé lo mal que estaba. El deterioro que había sufrido desde el primer día provocó que ingresara en Can Misses», señala. Relata que ingresó en estado crítico por deshidratación y una insuficiencia renal, lesiones que ocasionaron el fallecimiento de su madre. «Al día siguiente murió en el hospital», expresa con un hilo de voz. Por este motivo, esta ibicenca, aunque sea desde la distancia, quiere formar parte del proceso de toma de decisiones como familiar afectado para ayudar en todo lo posible. Cada día la recuerda y tiene muy presente el poema de Dante Guerra que empieza con ‘Mi madre es dueña de un corazón de fuego’, una frase que representa la enorme fuerza de su madre.