Al principio de la vía Púnica del municipio de Ibiza está el pasaje de Bartomeu Escandell Ribas, conocido como Xumeu de ses Flors, que conecta la calle con la avenida España. Perpendicular a este pasillo, a la altura de las escaleras, hay un callejón de uso privado que sirve de punto de encuentro para drogadictos y demás personas que alteran el día a día de los vecinos. La basura, el mal olor y el ruido están presentes en este pequeño pasadizo paralelo a una de las arterias de la ciudad. La comunidad, tras años de protestas, ha instalado unas vallas a ambos accesos para cerrar la callejuela y que solo los propietarios de las viviendas y locales puedan pasar.

«Encuentras jeringas, preservativos, colchones, sangre y demás cada día», apunta una vecina. Su edificio está situado en el pasaje, justo antes de la verja instalada hace apenas una semana. «Desde que la han puesto no hemos tenido problemas», explica. La mujer cree que la valla se ha puesto tras «un robo a una vivienda hace unas semanas». Sin embargo, desde la asociación de vecinos desconocen que se haya producido ningún robo y aseguran que el cierre del pasadizo se debe a que «finalmente se han puesto de acuerdo los propietarios y los obreros se han podido poner a trabajar en las verjas».

La puerta al inmueble de esta vecina se tiene que cambiar unas tres veces al año «porque la fuerzan para poder entrar a dormir en el portal». Sin embargo, desconoce que haya habido ningún altercado en ninguno de los pisos de su comunidad. La mujer es madre de un niño pequeño y confiesa tener miedo cuando vuelven tarde a casa: «Te puedes encontrar con personajes pinchándose y a veces hay que sortearlos». Afirma que este ambiente no es únicamente nocturno y puede empezar a media mañana. Asimismo, se queja de que en la calle no haya «ni limpieza ni presencia policial» y de que se haya permitido el abandono del pasaje.

El gimnasio Fraile está en la esquina entre el callejón y la vía Púnica. «Aquí nadie ha tenido ningún problema», explican desde el recinto. Tanto los monitores como los demás trabajadores aseguran no haber recibido ninguna queja por parte de sus clientes, si bien son de los pocos negocios del lugar que continúan abiertos. «No sé cómo será la realidad de los demás. Nosotros no tenemos inconveniente», afirman. De vuelta a la calle, la manzana del pasaje está repleta de locales cerrados y abandonados, y eso que enfrente están todos los bajos ocupados por tiendas abiertas y muchos viandantes.

«He visto que han estado haciendo obras, pero vamos, yo estoy en el sexto y no noto mucho», cuenta Alejandro, un vecino de la vía Púnica cuya habitación da al callejón. El joven confiesa no haberse fijado en las nuevas vallas instaladas y tampoco haber notado la presencia de drogadictos en el pasaje. En la misma línea se encuentra Samuel, otro habitante del mismo edificio: «Llevo poco viviendo aquí, igual mes y medio, y yo estoy en el quinto y no he escuchado nada». Sin embargo, sí que protesta por el estado de dejadez de la callejuela. «Yo lo único que sé es que siempre está sucio y huele fatal. Los que llevan más tiempo seguro que se han quejado», concluye.

Dos portales más adelante está Tentaciones de María, una tienda de tartas de María Amador. «Es algo de diario, no solo de por las noches. Te encuentras a gente borracha, bebiendo, drogándose…», cuenta la dueña del local. Más que afectar a los clientes, María cree que esto repercute en toda la gente que pasa por la calle a causa del «abandono y suciedad». «El callejoncito este de las escaleras como que ya cuesta pasar, hay personas a las que les da miedo», comenta. En consonancia a los testimonios de la vecina, la trabajadora se queja de que las administraciones «se hayan olvidado de esta calle».

«Me paso aquí 17 horas diarias y ni veo limpiar ni a los técnicos de limpieza», lamenta María. La dueña del local imagina que el ambiente, el olor a pis y la suciedad afecta negativamente a que aparezca clientela en los negocios del lugar. Sobre la nueva verja, celebra que por fin se haya cerrado el acceso al pasaje: «Los de la comunidad han estado batallando un montón durante muchísimo tiempo». «Hace poco creo que se hizo un pequeño incendio por ahí… pasabas y mirabas y decías, ‘madre mía no camino por aquí ni loco’», continúa. María, por último, explica que rechazó tener un alquiler en el propio callejón porque le daba miedo «ir a recoger algo y que haya gente que a lo mejor no te vaya a hacer nada, pero da respeto».

La decisión de la colocación de las verjas la han tomado los propietarios de los locales comerciales que tienen comunicación al pasadizo por la parte de atrás, así como los dueños de los almacenes del callejón. «El Ayuntamiento de Vila intentó ayudarnos, pero como se trata de una propiedad privada tuvieron problemas para poder atender nuestras decisiones porque no podían actuar», explica Miguel Ángel, presidente de la asociación de vecinos de sa Capelleta. En este aspecto, añade que desde antes de la pandemia se trató de solucionar este problema con la ayuda de Vila, si bien «las comunidades de vecinos con participaciones en estos locales se desentendían todo el rato».

Finalmente, este año se llegó a la solución que ha desencadenado en las vallas que cierran hoy el pasaje gracias a la coordinación de la asociación de vecinos del barrio, que consiguió reunirles. «En principio esta es una solución buena: queda cerrado todo y no puede venir gente a ensuciar», continúa Miguel Ángel. Además, destaca que Vila se ha comprometido a realizar una limpieza general, gestionando el permiso para que la empresa concesionaria pueda entrar al callejón. Después se tiene planeado pintar el pasillo y arreglar las puertas de los contadores para darle una nueva vida al lugar y que los vecinos puedan estar más tranquilos.