Los repartidores y carteros, dos profesiones que sufren mucho el calor. | Arguiñe Escandón

La ola de calor más agresiva hasta el momento del verano asola las Pitiusas con temperaturas máximas de hasta 39ºC. Sin embargo, este no es motivo alguno para que la gente deje de trabajar, ni siquiera aquellos trabajadores que desempeñan sus labores al aire libre o en lugares generalmente cálidos, como cocinas o lavanderías. En Vila, detrás del Instituto Santa Maria d’Eivissa, Wilder intenta colocarse bajo la sombra de una sombrilla mientras desempeña sus labores como técnico de telecomunicaciones, frente a un agujera que lleva a una cámara subterránea donde están sus compañeros y rodeado de trastos y herramientas.

«Ya ves, tenemos la ventilación [un tubo que sobresale del agujero y airea la cámara] para que el trabajo sea aceptable, aunque en invierno también la necesitamos», explica Wilder. Vestido con un EPI de pantalón largo y sin mangas y con una gorra, el trabajador confiesa que al estar a tan altas temperaturas lo más importante es prevenir: «Empezamos más pronto, con horarios que van de las 07:00 a las 15:00 horas. En otras épocas del año se retrasa una o dos horas la jornada».

Wilder, técnico en telecomunicaciones, tuvo que trabajar este miércoles con un tubo de ventilación y una sombrilla.
Foto: Juan Gordillo.

La labor que realizan en la cámara subterránea es espontánea, según explica, y suelen estar unas cinco horas a diferencia de en su trabajo a campo abierto. «Depende de cada uno beber agua. Vamos con EPI y hay que tener cuidado con los golpes de calor», termina aclarando el técnico de telecomunicaciones mientras ayuda a sus compañeros, abajo en el agujero, a sacar tubos.

Senén Pereda también aprovecha las primeras horas del día para realizar las labores más pesadas: «El trabajo fuerte lo hacemos por las mañanas y por las tardes prácticamente no hacemos nada porque es imposible». El dueño de Lavandería Figueretas lleva 48 años trabajando en el mismo lugar, por lo que conoce bien cómo combatir las altas temperaturas acompañado de su preciado frigorífico. «Tenemos botellas de agua y bebidas isotónicas y cada dos por tres estamos bebiendo», afirma. Álvaro, su compañero, está planchando mientras habla de la humedad: «Aquí se nota, pero vaya, nos preparamos bien. Sudamos todo el rato, pero los de la calle también y nosotros estamos trabajando».

Senén Pereda, en su lavandería.
Foto: Juan Gordillo
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Además de la constante hidratación y de los ocasionales descansos, Senén destaca la importancia de la corriente de aire que tienen en el local gracias a dejar abiertas la puerta trasera y la delantera, así como al ventilador del techo. «Cuando encendemos la plancha sí que puede salir más calor», añade Álvaro, aunque Senén responde que «está bien aislada». En episodios como este de calor extremo, el dueño también añade que se trabaja a un ritmo más moderado.

Unas calles más abajo, en el restaurante Home Loos, Lady Cruz comenta que «ahora el calor está pegando fuerte», pero que ella no lo nota tanto, por suerte. La jefa de cocina del local afirma que «la mayoría de las cocinas de Ibiza están poco ventiladas» por los comentarios que escucha, algunos de ellos de su esposo, también cocinero pero en una sala mucho más pequeña donde pasa calor.

Lady Cruz es cocinera y siente el calor, pero lo lleva bien.
Foto: Juan Gordillo.

«Nosotros pasamos un poquito de calor, pero tenemos ventilación, aire acondicionado y un extractor enorme. Gracias a Dios estamos bien aquí», explica mientras los camareros montan las mesas de la terraza y se preparan para abrir el establecimiento. «Nuestro jefe nos trata muy bien y nos trae, nos deja coger, bebidas fresquitas e hidratantes», continúa Lady. Su cocina es grande, destaca, por lo que trabajar con otras tres personas a la vez no suele ser agobiante por el calor: «Siempre estamos repartidos. Es verdad que los hornos, fuegos y freidoras afectan, pero la buena ventilación hace que la cocina se mantenga a una temperatura aceptable». Los momentos donde peor se pasa es cuando el restaurante se llena y se tienen que utilizar todos los aparatos de la cocina, pero «son pasajeros, duran lo que duran». «La calor está pegando un poquito fuerte este año, ya veremos cómo lo llevamos en agosto», se despide Lady.

En la playa de ses Figueretes trabajan cada día seis socorristas entre las 10.30 horas y las 20.00 horas de la tarde. «Nos vamos turnando, una hora en la torre y otra en la caseta», explica Jorge, uno de ellos. Junto a Javier, su compañero, comentan que estos constantes cambios de posición se deben a la pérdida de concentración al estar más de una hora vigilando que no ocurra nada bajo el sol. «Al menos por las mañanas da la sombra, pero estas torres son fijas y a partir de las 14:00 o 15:00 horas ya no hay lugar donde esconderse», continúa. «Te empiezan a quemar los pies, los gemelos. Solemos ponernos de pie a un lado de la plataforma para evitarlo», añade Javier.

Jorge y sus compañeros socorristas se van turnando, una hora en la torre y otra en la caseta.
Foto: Arguiñe Escandón.

Ambos socorristas indican que en esta playa «no llevan el calor tan mal», sobre todo por la caseta, llamada bravo, que contiene una nevera con bebidas y aire acondicionado. Desde la empresa les suministran gafas de sol como parte del uniforme necesaria para llevar a cabo sus labores: «Es prácticamente un EPI. Nos dan gafas, gorras y crema solar». «A veces podemos darnos un baño rápido, siempre que estemos atentos, para refrescarnos un momento», confiesan. Este verano no han tenido que atender a nadie por golpes de calor, aunque sí que miraron a un chaval que se acercó a la caseta por «ver puntos negros»: «Venía de correr sin camiseta, agobiado, pero al momento dijo que ya estaba mejor».