Las ristras de ajo son unos de los productos que llegan al Mercat Nou de la mano de la época estival. Esta técnica tradicional de conservación del ajo permite su almacenamiento durante todo el año y, tal como reconoce Juanjo desde su puesto en el Mercat Nou, «es una técnica que no es nada sencilla, de hecho, yo nunca aprendí a hacerla». Sin embargo, el responsable de Frutarás y Verduras Catalina explica que «para hacerlas hay que dejar secar muy bien el ajo y sus hojas antes de poder trenzarlas, si no está bien seca se acabaría pudriendo enseguida».

En su puesto del Mercat Nou Juanjo ofrece tres tipos de ristras de ajo según el tamaño de las trenzas y de los ajos que la conforman. «Las pequeñas son las que más se usan para cocinar los platos en los que se usa la cabeza de ajo entera», explica el verdulero. Estas ristras más pequeñas, de aproximadamente un kilo de peso y entre 50 y 70 cm de longitud, tienen un precio de 22 euros, mientras que las ristras más grandes, a 30 euros, pueden alcanzar más de 150 cm de longitud y unos dos kilos de peso. Por su parte, las trenzas medianas, que se aproximan al metro de longitud y tienen un precio de 27 euros, rondan los dos kilos de peso. Juana, clienta habitual del Mercat Nou, explicaba a Periódico de Ibiza y Formentera que «cada año compro dos ristras, de esta manera tengo ajo para todo el año».

En contraste con la tradicional ristra de ajo, en el Mercat Nou también podemos encontrar un producto que en otros tiempos podría ser impensable: las flores de calabacín. Un producto que, tal como explica Héctor, empleado en Frutas y Verduras Catalina, «lo gastan mucho los restaurantes y hacen con ellas unos platos impresionantes». «Suelen rellenar las flores con pescado, carne o verdura y después lo rebozan y fríen con aceite muy caliente», explica Héctor, que considera que «queda un plato riquísimo». Sin embargo, Héctor también reconoce que este producto, a 50 céntimos cada unidad de unos 35 gramos, podría ser difícil de comprender para otras generaciones. Generaciones en las que la productividad del producto era el factor más importante a la hora de maximizar el trabajo que supone el cultivo, ya que «en solo un par de días más, ya tendríamos un calabacín grande y hermoso». «Sucede un poco como con el cerdo, que lo normal era cebarlo durante todo el año para hacer una matanza y sacar kilos y kilos de carne, pero ahora se comen los lechones», compara Héctor mientras Juana apunta que, además «el calabacín es una de las hortalizas que más rápido crecen». «Si te paras a mirarlos, podrías ver cómo crecen», bromea Héctor.