La usuaria muestra la cartulina que introdujo en la urna cuando recibió el alta. | Arguiñe Escandón

Libre de las cadenas que durante años la mantuvieron prisionera. Así se sintió Esperanza, nombre ficticio, tras romper esta fuerte atadura que le permitió dejar atrás su dependencia alcohólica. Una adicción que comenzó con 15 años en su pueblo natal y continuó cuando se trasladó a Ibiza con sus dos hijos. Es por eso que el cuadro que pintó, y que está colgado en la pared de la sede de Proyecto Hombre, refleja esa sensación de libertad después de estar tantos años sumida en la bebida. «Llevo un año y más de siete meses sin beber una gota de alcohol. Al principio contabilizaba los días y las semanas, pero ahora no tanto», explica esta mujer mientras mostraba con mimo su cuadro. «Me gusta el arte y lo he descubierto durante mi paso por Proyecto Hombre. Me he apuntado a un curso para seguir pintando», destaca esta vecina de Ibiza resaltando que es complicado, después de tanto tiempo siendo adicta, encontrar algo que te guste de verdad.

Un año y siete meses

Para Esperanza, que actualmente tiene 50 años, la vida empezó de cero hace un año y siete meses. Durante este tiempo poco a poco se fue sintiendo más «fuerte» y con más autoestima, ya que la adicción le hizo perder totalmente su confianza. «Tenía la autoestima por los suelos y mi cabeza no estaba como tenía que estar. Intentaba cambiar los hábitos, pero me costaba mucho. No me veía capaz de poder salir del pozo, era impensable para mí», relata esta valiente mujer a Periódico de Ibiza y Formentera. En este sentido, subraya que tenía que beber todos los días cuando salía de trabajar, excepto cuando tenía resaca. «El cuerpo me lo pedía. Mi objetivo a lo largo de la jornada era beber y beber», comparte Esperanza destacando que alguna que otra vez esta situación «se le fue de las manos».

Elena Sánchez, directora de Proyecto Hombre.
Foto: Arguiñe Escandón.

«Un día te bebes una cerveza, otro día dos, otro día tres latas e incluso un litro. Poco a poco vas bebiendo más», subraya esta vecina junto a la directora de Proyecto Hombre, Elena Sánchez, quien habló sobre la tolerancia inversa y cómo puede hacer que el alcohólico se emborrache con cantidades reducidas de alcohol. «Depende del patrón de consumo de la persona. Hay gente que, por ejemplo, bebe una o dos veces a la semana, pero la cantidad es desbordante. Aquí también existe una problemática», puntualiza la directora de la entidad al mismo tiempo que Esperanza manifestaba cómo las circunstancias hacen que algunas personas sean más vulnerables al consumo. «En mi vida me han pasado muchas cosas malas y me refugié en el alcohol», lamenta. Durante la charla comparte que su padre fue alcohólico, pero no considera que este hecho condicionara su adicción.

«Yo era consciente, sabía que bebía más de la cuenta y que estaba alcoholizada», apuntó. Al preguntarle, después de tantos años consumiendo, por el motivo que la empujó a pedir ayuda real en Proyecto Hombre, Esperanza señaló con un hilo de voz que solicitó esta ayuda por sus dos hijos. «Discutía mucho con mi hijo y yo siempre le ponía excusas para beber alguna cerveza más porque me veía incapaz de salir del agujero. Me miraba al espejo y me decía que ‘era una madre horrible’. No quería actuar así», relata esta mujer rememorando el instante en que todo cambió. Ese día, su hija marcó un número de teléfono que le cambiaría la vida, el de Proyecto Hombre Ibiza, y juntas se acercaron a la sede para hablar con las terapeutas especialistas de la organización.

Miedo

Esperanza recuerda que cuando llegó a la sede en un principio sintió vergüenza y miedo, pero cuando observó el gran trabajo que realizaban todas las profesionales de esta entidad, supo que estaba en el lugar adecuado porque, según esta mujer, pedir ayuda no es vergonzoso, pero que tus hijos te vean mal sí. Explica que mientras ellos formaban parte del grupo de autoayuda para las familias, ella y más usuarias recibían la atención integral Ítaca para personas con problemas de alcohol. Este programa, según Esperanza, está especializado en el tratamiento de esta adicción y «no es complicado de realizar».

También señala que durante su paso por la organización experimentó dos fases: en la primera los usuarios se integran en el grupo y en la segunda reciben las pautas útiles para saber protegerse. «Mi recuperación se la debo al grupo de terapeutas. Cuando entras y ves que pasan las semanas y vas sumando días sin beber, te vas sintiendo fuerte», señaló esta mujer haciendo hincapié en que estuvo formando parte de esta organización durante 14 meses. «Me ha cambiado la vida. Me siento genial y la relación con mi familia es muy buena. Desde que no bebo no discuto nada con mi hijo porque la comunicación para resolver nuestros problemas ha mejorado mucho. Antes escondía mis emociones y me refugiaba en la bebida sin hablar con nadie sobre mi adicción», explica Esperanza mientras Elena Sánchez lamentaba que la adicción al consumo de alcohol es una dependencia muy estigmatizada en las mujeres y que esta circunstancia hace que cueste más detectarla.

No obstante, esta vecina de Ibiza reconoce que, aunque se siente totalmente recuperada, es inevitable asociar sonidos y hábitos. «Hay días que cuando escucho abrir una lata de cerveza, asocio ese sonido al hábito que tenía porque, aunque lo hayas superado, te acuerdas de esa sensación adictiva», comparte Esperanza. Sin embargo, subraya que jamás recaería en la bebida porque sólo piensa en lo bien que está ahora. «Se puede salir de cualquier situación y adicción. Merece mucho la pena», puntualiza esta valiente mujer.