Los consumidores miran cada vez más los precios. | Moisés Copa

Este inicio de año lo hemos recibido con un aumento en los precios de lo que necesitamos para suplir nuestras necesidades básicas, como lo son la luz, el agua, la cesta de la compra e incluso las tarifas de internet y teléfonos móvil. Una situación que hace que cada vez más gente deba ajustarse más su bolsillos, lo que se traduce en hacer malabares para llegar a fin de mes y más en un sitio como Ibiza, donde todo es mucho más caro en comparación con la Península.

El claro ejemplo de un inesperado aumento es el de Román, que se ha visto sorprendido porque llevando un mes y medio en Tailandia sin usar suministros en su casa le ha llegado un gasto mayor que en los meses anteriores: «He llegado hace nada, así que aún no he notado gran cosa, pero me ha subido la factura del agua y la luz sin utilizarlas, cosa que no entiendo porque he estado casi dos meses fuera de casa y me han subido una cosa bárbara». Él dice no entender cómo puede pasar esto y que la compra ya es otra cosa aparte «que no tiene nombre»: «Yo hago compra semanal y lo que antes eran 30 ahora son 60 euros. No se hasta dónde vamos a llegar; parece que hoy en día tenemos que cobrar 5.000 euros para vivir normal».

La fruta y la verdura ha subido mucho el precio.
Fotos: Maga López.

Para Sergio Lleó, que es abogado de profesión, este país tiene una alternativa energética mucho más sostenible y barata: «España podría ser la batería de Europa en energía renovable. En la Península hay campos y campos áridos que no valen prácticamente ni para cultivar y todo aquello podrían ser parques solares y no nos haría falta ni el gas ruso ni el de Argelia. Además, podríamos hacer algo realmente importante en la lucha del cambio climático para evitar tantos gases invernaderos y acabar con los residuos fósiles. Si fuera esto así, tanto con energía eólica como solar no tendríamos que pagar estos altísimos precios de la luz».


Alimentación y vivienda

«Dicen que es la ciudad viva pero yo veo una ciudad muerta», indicó Sergio Lleó. Para él no es una alternativa que los ajustes se produzcan en la alimentación: «Creo que hay mucho por hacer en esta isla; cada año dicen que los precios suben según el IPC pero no suben los sueldos y deberían hacerlo, más en sitios como Baleares que cuesta mucho la vivienda; tenemos a gente viviendo en tiendas de campaña o caravanas. El resultado al final es el empobrecimiento de la población. Cuando suben los precios es para que se demande menos y si es la alimentación lo que se tiene que demandar menos vamos a consumir menos. Al final, el problema también es que el pequeño comerciante va a dejar de vender porque quitando las tiendas conocidas de ropa el resto están vacías en plena Navidad y al autónomo o al pequeño comerciante es a quien estamos asfixiando y quien gana es el de la gran empresa que fabrica en China», reflexiona este profesional.

Marta, por su parte, siente que ya nada es lo que era antes y que también cada vez tienen que recorrer más supermercados y prescindir de productos que antes eran básicos para ella: «Todo está muy caro y está imposible. Yo me pregunto por qué no bajan los impuestos. El aceite, el arroz, la leche… todo ha subido y es muy fuerte que esto pase en la isla».

El pollo, uno de los alimentos más caros.

Victoria, que mantiene una vivienda familiar, asegura que la cesta cotidiana se hace muy difícil: «Hoy mismo fui a comprar calabacines y está un euro más caros que la semana pasada o la carne, que es incomprable en general. La única posibilidad para escapar es bajar la calidad de lo que estás comiendo y buscar en todos los supermercados las mejores ofertas. Yo el queso lo compro por kilos, entonces me doy cuenta que ya no hay ninguno que cueste por debajo de seis euros. El pan por muy poco que haya aumentado cualquier barra te sale a 20 o 30 céntimos más y así con todo...el azúcar, el aceite, etc. lo que al final se traduce en pagar un 15% o 20% más de tu cesta compres lo que compres».

Sin embargo, esta madre incide en otro problema que aprecia más grave: «Pero el tema más complicado lo tiene la gente con el tema de la vivienda que los precios son insostenibles y ahí si que la opción es quedarse en la calle». «Yo por suerte de vivienda pago un precio razonable pero soy de aquí e incluso te llegas a replantear tener que irte a otro sitio porque tal y como cambian las cosas llegará un momento en el que no alcance», reflexiona Román.

Roscón de Reyes a casi 14 euros.

La mayoría de personas coinciden en que si no tuvieran vivienda propia no sabrían qué sería de ellos y aunque no les toque directamente el problema no dudan en poner sobre la mesa este escalón de dificultad que se le suma a aquellas personas que no tienen el mismo privilegio.

«Me parece que dejamos una herencia envenenada a quienes vienen detrás y que vamos muy mal», sentenció María Marí Torres, quien regenta un puesto de pescados en el Mercat Nou. Para ella, su suerte es que al ser ibicenca de generaciones sus padres le dejaron un terreno en el que se pudo construir una vivienda (en «aquellos tiempos que se podía»), por lo que hoy no paga ni hipoteca ni alquiler. Sin embargo, asegura que hace «milagros» para poder sobrevivir y, aunque desde hace tres años debería estar descansando, su realidad es otra: «Voy a cumplir 70 años, llevo trabajando en el mercado 40 y como soy autónoma me va a quedar una pensión pésima, por eso sigo trabajando», concluye.