El día 26 de junio de 1982 y mientras España acogía el mundial de fútbol, Catalina y Joan abrían las puertas del bar Astro con una gran inauguración.

«Estaba la carretera llena de gente, ya se notaba que este lugar tenía que ser bueno», recuerda Joan las palabras de los obreros que durante esos años construían el Centro Penitenciario en el barrio vecino de Cas Mut. «Al día siguiente vinieron todos los trabajadores para que les hiciéramos la comida», añade Catalina mientras reconoce que «al principio, cuando abrimos, no tenía pensado hacer nada más que algunas tapas, pero como empezaron a venir los trabajadores comencé a cocinar de la misma manera que cocinaba en casa, pero con ollas más grandes». De esta manera se empezó a forjar la fama del bar Astro, situado en la esquina de la avenida Sant Josep de sa Talaia y la calle Portinatx, respecto a sus menús.

Trabajo en familia
Pepita y Lina, hijas de Joan y Catalina, tenían 11 y nueve años respectivamente cuando sus padres abrieron las puertas del bar Astro. Joan se estrenaba en la hostelería y «aunque al principio combinó los dos trabajos», tal como recuerda Catalina, «muy pronto le dijimos que con un trabajo había suficiente y ya se quedó en el bar».

Pese a ser unas niñas, tanto Pepita como Lina pronto se arremangaron para echar una mano en el negocio familiar. «Hay clientes que todavía nos recuerdan cuando les servíamos vestidas con el uniforme de La Consolación», recuerda Lina mientras no deja de trabajar en la cocina, mano a mano con su madre, Catalina, y con la ayuda de Melisa. «Estábamos retirando mesas hasta las tres menos diez, cuando cogíamos un taxi para ir al colegio», recuerda Pepita antes de añadir que «algunas veces algún cliente que había terminado de comer se ofrecía para llevarnos».

Las hermanas recuerdan cuando los sábados «nuestros amigos se iban a cenar mientras nosotras nos quedábamos aquí trabajando». Sin embargo, reconocen que «en cuanto terminábamos siempre salíamos, aunque llegábamos cuando nuestros amigos ya habían cenado, eso no suponía ningún trauma». «El único trauma era levantarse el domingo a las 11:30 para ir a misa», añade Lina con humor.

Cocina
Aún con la ayuda de sus hijas, Joan recuerda que «abrimos con la ayuda de una mujer en la cocina, Emilio y otro camarero más». Respecto a la cocina de los inicios, Catalina explica que «al principio hacía las mismas recetas que hacía en casa» mientras reconoce con humildad que «no fue hasta que di clases con Felipe de la Peña cuando me di cuenta de lo poco que sabía cocinar». «Felipe también ha enseñado a Lina», añade Catalina antes de que, siempre entre risas, su hija replique que «yo no aprendí tanto como ella».

De esta manera, desde que se quitaron el uniforme de La Consolación, tanto Pepita como Lina han seguido con su trabajo en el Astro «de manera oficial» junto a sus padres hasta que Joan se jubiló hace unos años. Desde hace «más de 20 años», tal como calcula ella misma, Luci se ha incorporado a la familia del Astro. «Mira que yo me quería pillar un año sabático y, no sé como me pillaron para venir a trabajar aquí», explica Luci entre risas antes de continuar exhibiendo su simpatía y confianza dirigiéndose a Joan para exclamar «¡y mira que hago lo que puedo para que me echen!».

Hoy en día, a sus 75 años, Catalina sigue a los mandos de la cocina junto a su hija Lina y la ayuda de Melisa. Pepita se ocupa de la sala donde, junto a Luci, también trabaja su hijo aglutinando así tres generaciones en un mismo establecimiento.

Nueva generación
De la misma manera que Pepita y Lina crecieron entre las mesas del bar Astro, la infancia de sus hijos también ha transcurrido junto a los clientes del bar. «Muchos de ellos me conocen desde que mi madre me llevaba en la tripa», reconoce Vicent, hijo de Pepita, mientras atiende tras la barra a clientes que, en muchos de los casos, le han visto crecer.

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«Cuando éramos pequeños teníamos una caja registradora de juguete y jugaba con mi prima a que estábamos trabajando», recuerda Vicent, que no oculta su vocación explicado que «me escapaba del colegio para venir a trabajar aquí».

Aunque sus primas Andrea y Claudia, hijas de Lina, no están en la plantilla del bar, «Andrea nos ayuda a la hora de mandar emails, las redes sociales y cosas de estas que nosotras no controlamos (a ella no le gusta trabajar aquí) y Claudia está decidida a estudiar cocina», explica Pepita.

Paqui trabaja en el Centro de Salud de Es Viver, a pocos metros del Astro, y aprovecha esa cercanía una vez terminada la jornada.

«Llevo viniendo desde el 95 y hoy toca comer una sopa mallorquina, que es la mejor de la isla», explica Paqui mientras llega Fausto, también cliente veterano del Astro. Fausto tiene su negocio al lado del bar desde hace 15 años y asegura que «aquí me tratan como a uno más de la familia, me han visto contento, enfadado, cómo he sido padre…».

Una de las clientas que ha visto crecer la familia de Catalina y Joan es Maria, que más de cuatro décadas después sigue visitando el Astro «cada miércoles, que es cuando hacen los canelones», tal como explica sentada en la mesa con su hijo Salvador y su nuera Gemma. «Cada vez que venimos desde Barcelona a visitar a mi madre venimos a comer aquí», explica Salvador mientras Gemma añade que «es una comida casera con una calidad–precio excelentes, es como comer en casa».

También se siente como comiendo en casa Francisca junto a su marido, Miquel, clientes «desde hace 25 o 30 años» del Astro. «Venimos, por lo menos, una vez por semana. Hoy hemos venido por la sopa mallorquina», explica Francisca mientras subraya que «comer aquí es garantía de comer bien».

Esta misma frase, «comer aquí es garantía de comer bien», la repite Jose, sentado a la mesa con su tío Carlos, que reconoce que «hace poco tiempo que vengo, siempre veía que estaba lleno de gente, eso siempre te da pistas de que es un buen lugar y así es. Ahora vengo muy a menudo».

Ramón se desplaza desde Sant Jordi «dos o tres veces a la semana», para comer en el Astro. «Es una comida casera y el trato es de lo más familiar, es como comer en casa», argumenta.

Un argumento que se repite una y otra vez, como en el caso de Antonio y Clever, trabajadores de un concesionario cercano que explican que «cada vez que nos podemos juntar los compañeros venimos a comer al Astro, nos pilla cerca y comemos como en casa».

Toni consta como otro de los clientes más veteranos del Astro: «Llevo viniendo desde que abrieron», y, sin dejar de redundar el calidad del establecimiento y subrayar su limpieza, pone el foco en «las empleadas, siempre dan un servicio excelente y con simpatía». «Todas menos ella», ironiza con humor el veterano cliente dirigiéndose a Luci.