La calle Josep Tur y Llaneras se encuentra en pleno barrio de Cas Serres, empieza en la calle de Jacint Aquenza y desemboca justo en el parque María Villangómez. Susana, una antigua vecina, lo define como «un barrio tranquilo, obrero y residencial» en el que vive gente «normal y tranquila». Y sostiene que el barrio de Cas Serres «es más bien como un mini pueblo de Ibiza y la mayoría de gente es del sur de la Península».

Los vecinos coinciden en que es un lugar muy familiar «como los de antes». De hecho, Fernando llevaba allí desde los 15 años, y tras mudarse a Sant Antoni decidió regresar: «Aquello es para cuando tenía 20 años, ahora me gusta más esto, que es familiar, nos conocemos todos y es siempre la misma gente». Este vecino se encuentra en la barra del bar más mítico de toda la calle, el Kenene, y bromea con que siempre se ve a la misma gente, aunque entre risas dice que «varía porque unos días vienen más cabreados, otros menos». Las dos muchachas que atienden el bar no paran de reír, asienten con la cabeza y añaden que «cuando no ves a alguno durante unos días te preocupas».
Ellas son Eva y Patri, todo el mundo las conoce y ellas también a todos los vecinos. «Ves a la gente entrar y ya sabes perfectamente lo que quiere según la hora: si viene a por el café, a por el chupito o a por la cerveza», dice una de las camareras, quien añade que tiene mucha estima a los vecinos porque «son muy buenos, súper amables y clientes de toda la vida.

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Como suele ser habitual en otros Kenene se llena de gente y tu te pides una cervecita y te ponen una tapa que puede ser cualquiera de los cocinados que tienen allí, pero el último día de la semana es conocido porque añaden las migas de harina, ya que los dueños son granaínos, las patatas al vino, que son patatas gitanas picantes y los caracoles. El bar queda situado entre dos residencias de mayores y ellos también están integrados, Eva cuenta que al final todos van a parar allí y «son parte nuestra, los llevan hasta allá en silla de ruedas, nos decimos quédate tu que yo los recojo y colaboramos entre todos».

Estéfano va con su hijo por la calle y asegura que es un lugar tranquilo y que para criar a un niño no se puede quejar, pues «hay bastantes comodidades, hay parques pro todos los lados, es de fácil aparcamiento y tienes todos los servicios cerca, es un barrio bastante acogedor». Un Guardia Civil coincide en su perspectiva tanto del ambiente como de la comodidad básica: «No hay ningún tipo de jaleos, hay supermercados grandes al lado, colegios, residencias, la Guardia Civil y Can Misses».
Alegría
Sara y Piedad son nieta y abuela, para ellas lo que define el lugar es la alegría. «Salgas a la hora que salgas hay gente, niños corriendo, música, ves a alguien por la calle no te conoce y te saluda, mucha familiaridad hay aquí, todos nos conocemos», cuenta la nieta. Piedad asegura que siempre ha tenido la tranquilidad de que los niños vayan al parque y no les pase nada.

Sin embargo, cuenta que últimamente hay algunas personas toxicómanas que acuden a la zona a «hacerse test de drogas» y genera algo que «nunca había pasado aquí». Pues hace unos días incluso sufrió un hurto en su casa: «Me cogieron el bolso y se lo llevaron, yo no me enteré de nada. Yo como estoy mala que no tengo toda mi movilidad dejo la puerta así con la cortina echada y viene mi hija, vienen mis nietas, que aquí siempre hay alguien. Pues me llamó la policía y ni me había enterado aún», para ella es el único inconveniente de esta alegre calle, y pide «que los pongan en un sitio donde no haya tanto niño y tanta persona mayor». Con la misma palabra, pero en otro punto de la calle define a esta zona Miguel: «A veces es ajetreado y a veces tranquilo, lo hace la gente, somos nosotros mismos los que hacemos el barrio. Cuando digo ajetreado me refiero a alegría, porque aquí nos conocemos todos, alguien llega nuevo y a la semana ya lo conoce todo el mundo».
Aseguran que a partir de las 18 hs el ambiente es festivo, la gente de los bajos abre sus puertas y «ponen flamenquito». Adrián y Fernando, de 24 años, solo acuden allí a trabajar, pero aún así notan que están en «un buen barrio».