Carlos González ha impartido charlas en Ibiza invitado por la Fundación Conciencia.

Junto a la Fundación Conciencia, el conocido escritor, pediatra y divulgador Carlos González (Zaragoza, 1960) ha visitado la isla de Ibiza esta semana para abordar cuestiones como la autoridad y los límites en la educación de los hijos. Entre otras cosas, González fundó y preside la Asociación Catalana Pro Lactancia Materna.

—Usted ha hablado en Ibiza de ‘Autoridad y límites’ en la educación infantil.
—Todos los padres tenemos autoridad, y no puede ser de otro modo, y los niños tienen unos límites y no puede ser de otra manera, aunque a veces nos olvidamos que nuestra autoridad como padres también tiene límites. Es decir, no da derecho a castigar, ridiculizar, gritar, insultar y, mucho menos, a pegar a los hijos.

—Llama la atención que, en ocasiones, todavía se sobrepasen esos límites.
—Lo que no conseguimos a veces es poner esos límites a la autoridad de los padres y sigue habiendo una violencia contra los niños, de tipo físico en los casos más extremos que sigue siendo muy abundante. También, hay mucha violencia verbal, mucho insulto. Escuchamos cómo llaman tonto a un niño o cómo le dicen que no se puede estar quieto. Gritamos mucho a los niños por cosas sin absolutamente ninguna importancia.

—Y cuando se cree que ya se ha visto todo, la Fundación Conciencia da a conocer casos todavía más graves.
—Pero los peores casos no son los que me preocupan en el sentido de que, quien va a agredir a su hijo, no es el que va a venir a mis conferencias y me va a preguntar. A quienes me estoy dirigiendo es a esos padres que no maltratan a sus hijos, pero que han escuchado que no le pueden dejar pasar ni una, que hay que ser muy estrictos, que los niños toman el pelo y manipulan o que no se les puede coger en brazos cuando lloran. Son tonterías que convierten la crianza de los hijos en un periodo difícil y pesado para muchos padres.

—Será confuso para muchos padres cuando unas veces les dicen unas cosas y después todo lo contrario.
—Muchas veces nos han contado y nos han hecho creer que los niños deben obedecer; que a un niño bueno se le ve, pero no se le oye; que deben estar sentados y callados, pero en la vida real no es así porque los niños saltan, juegan y corren y no van a dejar de hacer esas cosas porque uno les eduque férreamente y les impida hacer esas cosas. No se comporta igual un niño de dos años y uno de 12 y no se comporta igual uno de 14 años y uno de 23. Los niños van a crecer hagas lo que hagas y la gran duda es si vas a ser feliz con ellos y ellos contigo y si vas a poder disfrutar de estos años que serán los mejores de tu vida, aunque igual todavía no te has dado cuenta.

—Educar se tratará de eso.
—Educar es fácil. Si distinguimos lo que es educación de lo que es enseñanza, educar es la parte fácil. La enseñanza consiste en lograr que tu hijo sepa leer o escribir, que aprenda matemáticas o historia. Eso es difícil y por ello le mandamos a una escuela donde unos profesionales le van a enseñar. Si por educar entendemos que un niño adquiera unas normas de comportamiento que más adelante le permitirán formar parte de una sociedad, eso pasará automáticamente. Un niño se convertirá en adulto, lo mismo que un pollo será una gallina adulta. Nadie le tiene que enseñar a un pollo cuál es el comportamiento normal de las gallinas.

—¿Cree que se va por buen camino en la educación de los hijos?
—Es difícil saberlo porque cada persona hace algo distinto en su casa y nunca sabes qué está haciendo realmente. Aunque los padres te lo digan, uno no ha estado en su casa para conocer la realidad, ver lo que ocurre día a día con los niños. Por otra parte, siempre se habla de los padres de antes y los de ahora. Hay cosas que posiblemente han mejorado y otras que han empeorado. Por ejemplo, cada vez es más raro que se pegue a los niños, aunque todavía hay gente que lo defiende. La mayoría considera que no se debe pegar a los niños y nuestra legislación lo prohíbe, algo que antes estaba permitido. Ya nadie se saca el cinturón y en las escuelas no les pegan con una vara, pero antes los pequeños solían pasar más tiempo con los padres. Yo no fui a una escuela hasta los cinco años y hoy en día la mayoría, antes de los seis meses, está en una guardería. Nunca antes tantos niños habían pasado tanto tiempo separados de sus padres desde tan pequeños y eso es importante. Posiblemente, algunos problemas que tanto preocupan en la adolescencia y en la juventud tienen su base en que los niños no tuvieron los cuidados necesarios cuando eran pequeños.