Tania junto a su pareja | Irene Arango - IA

Los desorbitados precios de la vivienda en Ibiza tanto de alquiler como de compra obliga a los jóvenes a compartir pisos e imposibilita su emancipación. A su vez, aquellos que superan los 30 años sufren un retroceso en la calidad de su vivienda y por lo tanto, de su vida en general.

Tania (22) es de Ibiza de toda la vida, ha nacido aquí como sus padres y su novio. Como cualquier pareja llegó un punto en el que los dos se quisieron independizar: «Al principio nos pareció un poco precipitado entonces decidimos irnos a casa de su madre desde febrero del 2023 hasta que saliera algo. Dábamos por hecho que empezando la temporada la temporada de verano saliera algo que nos pudiéramos permitir, pero pasó el verano y los meses y no nos salió absolutamente nada. Gracias al boca a boca de la gente, contactos y demás, un amigo de un amigo se iba a vivir a Madrid y buscaba a alguien para que se quedara en la casa pero solamente de septiembre a mayo que es donde estamos actualmente, pero no hemos dejado de buscar porque es verdad que no tenemos problemas con él en dejar esta casa en cuanto apareciera otra, que es nuestro objetivo».

A pesar de tener un trabajo estable, un contrato indefinido y a jornada completa, el escalón que deben subir cada vez es más grande para estos jóvenes que buscan un futuro estable: «Aún así no hemos encontrado absolutamente nada y cuando digo nada es nada que sea realmente asequible, porque las ofertas son de 1.800 euros por un estudio y eso no nos lo podemos permitir. Lo que encontramos también son alquileres solamente de temporada de invierno y que aún así los precios son desbaratados, con gastos a parte. Además, en cuanto sale algo decente es muy difícil concretar una visita porque muchas veces la gente cuando encuentra algo bien ubicado y con un precio razonable lo que hace es pagar directamente todo el año de alquiler, entonces a lo mejor tienes que dar 15.000 euros por adelantado, algo que si pudiera ahorrar lo preferiría invertir en una entrada para una casa, que al final es contradictorio porque si busco un alquiler es porque busco un lugar donde caerme muerta, pero es aportar mucho de golpe para algo que no es ni tuyo y que es difícil acumular», explica.

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Otro joven de casi 30 años da su testimonio, pero prefiere no dar su nombre por si le repercute en su vivienda, comparte habitación con su mujer y no sabe exactamente cuántas personas viven en la casa, como si de una pensión se tratase. «Tengo que pagar 900 euros por habitación, vivo con mi pareja, yo cobro 1800 euros de camarero pero entre la gasolina, comer, buscarte otro trabajo y demás te conviene irte a la península. Cada vez a peor, de el año anterior a este ha aumentado muchísimo, yo tengo conocidos que están pagando ya mil euros por una habitación, en mi caso comparto los gastos con mi novia pero es un lugar muy pequeño, la suerte es que no tenemos hijos, que me gustaría pero no podemos».

Rodrigo (22), por su parte, llegó aquí en su adolescencia, pues su madre hace 15 años vino en busca de una vida mejor para ellos. «Cuando llegué hace siete años pagábamos 270 euros por una habitación, y ahora por lo mismo piden 900 euros; es una exageración. Por suerte, nosotros encontramos otras viviendas y, tras compartir, ahora vivimos con la pareja de mi mamá, ella y yo en una casa de dos habitaciones por 1.600 euros y estamos cómodos, pero nos gustaría encontrar algo más barato, porque al final es muy sacrificado, pero las inmobiliarias te triplican, tienes que pagar los seguros, las fianzas y son muchas cosas». A su madre le surgió una enfermedad y no puede trabajar, por eso, su padrastro y él se encargan de todos los gastos: «Cada día me levanto a trabajar y pensar que tengo que pagar las cosas, que hay que comer, mi mamá ya está enferma, mi padrastro ya casi va igual y al final tienes que poner de tu parte, no te puedes quedar sin nada, hay que pagar las facturas y todo».
Este joven es muy consciente de que su tiempo lo puede invertir en otra cosa que no sea trabajar para sacar adelante una familia: «Yo hago de todo, trabajo en la obra, limpieza de barcos, tengo la licencia de barcos, en restaurantes en verano estoy 14 horas al día, hago reformas, limpio los jardines, y ahora voy complementando con pequeñas cosas de extra porque si no, Hacienda después me quita mucho». Con tan solo 22 años ya asegura que cada vez va pensando más en «tener un trabajo más ligero» y su objetivo es a pesar de todo el día de mañana poder llegar a tener su propia empresa.
Su planteamiento de vida también lo tiene claro, es vivir con su familia lo que le queda de vida: «Es verdad que yo no me quiero independizar porque yo ya viví sin mi mamá 12 años y lo que le queda de resto de vida no me quiero separar y me gustaría irme solo, sí, pero no lo hago porque es mi mamá».

Omar Cano nació en Ibiza hace 36 años, sus padres vinieron de Andalucía hace casi 50, se compraron una casa aquí «porque las la situación lo permitía» y esta ha sido sido su casa de toda la vida. Desde hace ocho años vive con su pareja pagando un alquiler: «Actualmente se está haciendo imposible, lleva desde hace cuatro, cinco o siete años en los que cada vez está subiendo más y no es asequible para los sueldos que haya aquí, por esto decidimos hace seis años apuntarnos al IBAVI».
El Institut Balear de l’Habitatge (IBAVI) ofrece ayudas para el alquiler y VPO en alquiler y compra. Sin embargo, hay mucha demanda y poca oferta: «Sacan cuatro viviendas que las dan a las personas más necesitadas, obviamente, que es gente con hijos, con minusvalías, con cargas familiares, ect. Pero los jóvenes que somos de aquí, que llevamos toda la vida trabajando, no podemos ahorrar para adquirir una vivienda al precio en el que están». Como todos los jóvenes que tienen posibilidad de trabajar todo el año y ganar el mismo sueldo en otro lugar, la decisión a la que se enfrentan es la misma, marcharse a otro lugar: «Para los que hemos nacido aquí pero que no tenemos tierras ni herencias, la solución es irnos. Yo creo que nos quieren echar, porque ¿quién se compra una casa de medio millón de euros con un sueldo poco más de mileurista? No entiendo cómo nos quieren echar de una isla en la que hemos nacido por pura especulación inmobiliaria porque las instituciones no toman medidas».

«Al final los que trabajamos aquí y levantamos la isla nos vamos a tener que marchar, porque es insostenible», asegura la zamorana Tamara Menoyo (39). La calidad de vida por la vivienda de esta mujer ha cambiado bastante: «Cuando yo llegué aquí hace 11 años pagaba por un apartamento entero, de 40 metros cuadrados para mi sola, 550 euros en ses Figueretes y ahora estoy pagando 600 euros con gastos aparte por una habitación en Cala Llonga. Comparto piso y es lo que me toca, pero cada año estoy más quemada por este tema. De momento llevo tres años en esta vivienda pero es que en cualquier momento puede venir la propietaria y decirme que me tengo que ir». También se está organizando para marcharse de aquí, pues no es el futuro que augura y dadas las circunstancias en la Península o en otros países considera que puede tener una vida mejor: «Que tengo 39 años, no 18 y me estoy independizando; yo esa parte ya la pasé, y mejor que ahora, porque siempre había vivido sola en mi casa hasta que me puse en pareja y cuando lo dejamos ya estaba todo mucho más caro y me tuve que ir a vivir con gente».