La visita de Isabel Borrego congregó ayer a una amplia comitiva de políticos, encabezada por la alcaldesa de Vila, Marienna Sánchez Jáuregui, por el diputado Enrique Fajarnés, el senador José Sala, y seguida por las conselleras, Carmen Ferrer y Pepita Costa, por tres regidores de Vila, Lina Sansano, Ignacio Rodrigo y Alejandro Marí, y también por el delegado del Gobierno, Rafael García Vila. Por apuntarse, se apuntó hasta el gerente del Consorci Eivissa Patrimoni, Eirikur Casadesus, y por supuesto, todos los medios de comunicación convocados.

No era para menos, era la primera vez que el PP visitaba las obras del Parador desde la perspectiva del gobierno y, lo más importante, es una de las contadas veces (máximo dos) que se ha permitido visitar la obra desde sus inicios, allá por abril de 2009.

El arquitecto Jordi Carreño hizo de guía y el técnico de Patrimonio del Consell, Joan Ramon, dio las explicaciones históricas y arqueológicas. La comitiva accedió al Parador por la sala de ses Voltes, que en sus pisos superiores albergará una zona de comedores y habitaciones y al llegar al Patio de Armas pudo comprobar que el proyecto se concentra en una especie de círculo en lo más alto de la ciudad amurallada que tiene como protagonistas edificios de los siglos XVIII, XIX y XX, entre los que destacan los cuarteles de Simon Poulet, el antiguo gimnasio militar y el edificio de Compañías del Caballero de Santa Bárbara, así como la Almudaina o Casa del Gobernador y la Casa de la Ciudad.

En el Patio de Armas, centro al aire libre del Parador, que enfrenta al edificio Poulet y a la casa del Gobernador, aguardan cubiertos con tierra los restos de la ciudad fenicia para ser descubiertos una vez terminen las obras.

En la casa del Gobernador, que será la recepción del Parador, «habrá en todo momento ventanas horizontales y verticales con vistas a elementos singulares que hemos encontrado», explicó Carreño sobre los hallazgos. La comitiva también pudo visitar algunas de las habitaciones del edificio Simón Poulet, del siglo XVIII, que tienen entre 20 y 30 metros cuadrados, con vistas a Formentera, a la montaña o a la ciudad, depende la orientación. En todo el recorrido, la ausencia total de obreros llamó la atención. Según uno de los trabajadores de la constructora, que acompañaba a Carreño en la vista, suele haber entre diez y veinte obreros a diario, pero trabajando en pequeños detalles a la espera de que se aprueben los proyectos. Las ausencias de ayer se debían, según explicó, a que por convenio, los trabajadores de la construcción tenían festivo. Una gran coincidencia.