La mampara acristalada con efecto espejo en la que se encuentran los administrativos del servicio de Urgencias del hospital Can Misses evita las miradas indiscretas y da sensación de protección pero no descarga la tensión acumulada por Pascual, administrativo de Urgencias, durante su jornada laboral. Pascual necesita darse un paseo antes de llegar a su casa para calmarse de los nervios que le ocasiona su trabajo. «Cuando salgo de aquí no me voy directamente a mi casa. Me doy un paseo antes porque hay días que te vas muy nervioso, con mucha tensión y muy mal», confiesa.

Pascual y María son dos de los administrativos del servicio que han vivido más de una experiencia desagradable en su trabajo a consecuencia de los insultos. El 15,5% de las agresiones notificadas hasta agosto de este año las han padecido los auxiliares administrativos y es en Urgencias donde se registran más casos. «Es el pan nuestro cada día. Ahora está más tranquilo porque han pasado los cierres de las discotecas», dice Pascual. En verano han de lidiar con situaciones que se le escapan de las manos debido a las intoxicaciones de drogas. «El paciente viene en la ambulancia pero los otros cuatro que le acompañan están peor. Ese es el problema que te ves a las cuatro o cinco de la madrugada, empiezan a gritar y tienes que mandarle callar», relata María.

Los tiempos de espera para ser atendidos ocasionan momentos de tensión. «Empiezan a impacientarse si esperan más de dos horas, pero no puedes derivarlo a un centro de salud aunque hay muchos casos que no son de hospital», comentan. En verano aumentan las horas de espera. «Al principio de verano se fueron varios médicos y eso es como la pescadilla que se muerde la cola, si no hay médicos la espera es más larga», comenta Pascual. En su opinión, las redes sociales dan una imagen muy negativa del hospital del personal. «Nos ponen a parir y la gente cuando llega lo primero que pregunta, antes de explicar para qué vienen, es cuánto tiempo va a tener que esperar», se lamenta.

Cuando el servicio de Urgencias se puso en marcha disponían de un mostrador «pero pedimos la mampara porque la gente se sentaba en el mostrador a tomarse el café», recuerda Pascual. Con la mampara, a la que denominan pecera o jaula, se sienten más protegidos pero no les aísla de las agresiones verbales que, mayoritariamente, aseguran vienen de los hombres. «A las mujeres les das una explicación de la espera y lo entienden, les informamos que no es por hora de llegada sino de prioridad y que no está en nuestras manos que sean atendidos», explica. El personal ha tenido que escuchar todo tipo de improperios. «Te dicen de todo, que si les pasa algo me van a matar», recuerda María. De hecho, confiesa que a veces cuando sale de trabajar «he tenido miedo y he salido por la parte trasera». Hay compañeras que incluso han necesitado atención psicológica y pidieron el traslado. «Tienes tu vida privada y a eso le añades una agresión verbal continúa. A una compañera le tiraron un ordenador, pero también podía haber sido una piedra».

Cuando se sienten desprotegidos llaman a los servicios de seguridad que dispone el hospital e incluso a la Policía Nacional, «a los dos minutos vienen», dice Pascual. De hecho, aseguran que los vigilantes de seguridad están pendientes de cualquier anomalía en Urgencias, «están aquí al lado y salen cuando ven si hay un poco de ruido».

Pascual confiesa que después de recibir un insulto por parte de un familiar o un paciente han rectificado su comportamiento. «Algunos te piden disculpas después pero el mal trago ya lo has pasado», apostilla.