María Luisa Cava de Llano posa junto a la orla de la Universidad de Barcelona, donde se licenció en Derecho. | Arguiñe Escandón

Acaba de concluir su etapa como consejera de Estado tras cuatro años en este órgano consultivo del Gobierno. María Luisa Cava de Llano y Carrió (Barcelona, 22 de mayo de 1948, casada, con tres hijos y cinco nietos), fue nombrada en febrero de 2014 y cesó en octubre al expirar la duración de su mandato de cuatro años. Pero su trayectoria política es abrumadora: fue Teniente de alcalde del Ayuntamiento de Ibiza (1987-1991); Vicepresidenta primera y Consejera de Hacienda del Consejo Insular de Ibiza y Formentera; y Vicepresidenta primera del Parlamento de les Illes Balears (1991-1993). Diputada en el Congreso desde 1993 a 2000. El 2000 fue nombrada adjunta primera del Defensor del Pueblo. A partir del 1º de julio de 2010, tras el cese del titular Enrique Múgica, asumió este cargo de forma interina hasta el 29 de junio de 2012, cuando fue sustituida por Soledad Becerril. Además, está en posesión, entre otras muchas, de las dos más altas condecoraciones del mundo de la abogacía: la Gran Cruz de San Raimundo de Peñafort y la Gran Cruz al Mérito en el Servicio de la Abogacía.

—¿Se acuerda de cuándo decidió entrar en política?
—Pues sí, yo en aquella época, en el año 1987, era la delegada en Ibiza del Colegio de Abogados y la política siempre me había gustado. Recuerdo que fue a instancia de Enrique Ramón Fajarnés. Entré en política pensando que tenía que dedicar poco tiempo, eso me habían dicho, yo estaba inmersa en el trabajo de mi despacho y me comencé a meter y meter y meter, y hasta hoy, que han pasado 31 años.

— Como jurista, ¿puede aspirar alguien a un honor más alto que el de haber sido consejera de Estado?
— No y además fue algo muy sorpresivo y que yo no pedí. Cuando terminé mi trabajo en la Defensoría del Pueblo vine para Ibiza y daba por finalizada mi carrera política. Me habían ofrecido un cargo en Madrid pero dije que no, que quería estar con mi familia. Entonces me llamó el Presidente y me ofreció un puesto en el Consejo de Estado, que no era tan esclavo, podía vivir en Ibiza con mi familia y se trabajaba mucho ‘on line’. No supe decir que no y fue todo un honor que ni pensaba ni lo podía soñar. El Consejo de Estado es el supremo órgano consultivo del Gobierno y estar allí con las personas que lo integran era impensable. El mandato dura cuatro años, pero hasta que se ha cubierto he estado cuatro años y medio. He aprendido mucho. He visto trabajar calladamente a gente muy sabia y no me refiero solo a los consejeros, sino tambien a los letrados del Consejo de Estado. Ha sido un privilegio y un honor.

— A lo largo de su vida política ha estado usted en todas las Administraciones. ¿Cómo valora la experiencia?
— He tenido una suerte muy grande que no la tienen todos los que en un momento de su vida se han dedicado a la política. Yo he estado en la política municipal en el Ayuntamiento de Ibiza; en la política insular como vicepresidenta primera en el Consell de Ibiza y Formentera; en la política autonómica como vicepresidenta primera del Parlament; como diputada nacional y luego como Defensora del Pueblo y Consejera de Estado. Es decir, que conozco la política, de una forma global.

— ¿Qué faceta ha sido la más gratificante?
— Más gratificante y más útil para los ciudadanos, mi época en la Defensoría del Pueblo. Es el cargo público más bonito que existe. Su misión es la defensa de los derechos fundamentales. Yo no necesitaba que la gente acudiese a mí, sino que cuando yo sabía que había un problema era yo la que acudía a la gente. Fue una época de satisfacciones continuas que nunca olvidaré.

— ¿Le dio muchos disgustos con la gente de su propio partido? Se suele decir que es un cargo como el de presidente del Congreso, que suele dar más disgustos con el partido propio que con los demás.
— Sí, porque tienes que defender a las personas que no se sienten bien tratadas por la Administración, y se sienten lesionadas en sus derechos, porque esa es la función del Defensor del Pueblo, muchas veces tuve que indisponerme contra mi propio partido y lo hice, y contra el Banco de España y contra notarios y banqueros. Lo hice porque era mi obligación. Un Defensor del Pueblo no puede ser una persona dócil y sumisa, tiene que ser una persona valiente y que sepa la responsabilidad que asume y la ejerza en beneficio de los demás.

— ¿No resultaba un poco frustrante que hiciese recomendaciones que las Administraciones a veces no atendían?
— Sí. Las resoluciones del Defensor del Pueblo no son vinculantes para las Administraciones Públicas, pero no se olvide que la no contestación al Defensor del Pueblo cuando se piden cuentas por alguna actuación realizada contra un particular, es constitutiva de delito y está penalizada en el artículo 502 del Código Penal.


— Tras todos estos años de vida pública, ¿cómo ve la evolución de la democracia en España y de las instituciones autonómicas?
— Las instituciones se han ido consolidando, pero no me gusta la España actual. No me gusta tener un Presidente del Gobierno al que preocupan más los muertos que los vivos. Tampoco me gusta un Presidente del Gobierno que envía en su nombre al líder de otro partido, me refiero a Iglesias, a negociar los presupuestos generales del Estado con un presunto golpista, y todo para mantenerse en el poder, y por muchas cosas más.

— ¿En qué sentido?
— No me gusta que los políticos dediquen más tiempo a ir los unos contra los otros que a arreglar los problemas que realmente afectan a la población. Y eso es el pan nuestro de cada día, aquí en Baleares y en Madrid. Me produce lástima y pena.

— ¿Antes había más parlamentarismo?
— Muchísimo más. Fíjese en Catalunya, allí el Parlamento no existe. Ha estado mucho tiempo cerrado a cal y canto. Allí no se aprobaba nada porque como el presidente del Parlament creía que eso podía perjudicar al independentismo se cerraba en banda.

— Parece que los debates en los parlamentos se han trasladado a las redes sociales…
— En el Parlamento y en las redes sociales se ve mucha agresividad, mucha incoherencia, mucho insulto y poca sustancia. Mucha rectificación, mucho ir para adelante y para atrás. Muchas cesiones por parte del Gobierno, y muchas promesas ocultas para contentar a los socios que le apoyaron en la moción de censura cosa que me entristece profundamente. No tiene sentido que quien tiene que defender el Estado de Derecho, como es el presidente del Gobierno, se dedique a pactar con quienes quieren romper el Estado de Derecho y la unidad de España.

— Ya que hablamos de Catalunya, ¿cómo vivió la situación en octubre del año pasado? ¿Cree que la aplicación del artículo 155 de la Constitución fue positiva?
— Creo que se aplicó tarde, que se debería haber hecho cuando se aprobaron las leyes de ruptura. Y se aplicó de manera suave, aunque hay que reconocer que efectivamente se ha conseguido dividir al independentismo; se ha conseguido que unas personas que atentaron contra España y que organizaron un golpe de Estado estén en estos momentos en la cárcel. Pero estamos ante una situación en la que creo que se va a tener que aplicar otra vez el 155, porque la situación sigue siendo grave. Habría hecho falta más valentía y que el resultado hubiese sido distinto. Creo que mientras Cataluña siga teniendo competencias en materia de educación y justicia no se conseguirá cambiar la situación, no se puede admitir que se siga adoctrinando en las escuelas y se siga fomentando el odio a España.

— Le pregunto como jurista, ¿concurre el delito de rebelión? ¿Hay violencia?
— Creo que no es oportuno que nadie se manifieste, porque son los jueces quienes tienen la obligación de dilucidar si hubo o no violencia y si fue rebelión o sedición. Lo que no puede ser es que en una entrevista con Susana Griso el pasado mes de mayo, Pedro Sánchez afirmara rotundamente que era rebelión, y que ahora solicite a la Abogacía del Estado que lo califique como sedición. Tampoco puedo aceptar la locura de Quim Torra de decir que en este proceso lo único que los independentistas van a aceptar es la absolución, de ahí que la Sala 2ª del Tribunal Supremo haya dicho que ya está bien de injerencias del Poder Ejecutivo sobre el Poder Judicial. Es una lástima ver que Cataluña tiene como Presidente a un activista, xenófobo y agitador que se dedica a fomentar el odio y el rencor hacia los españoles y que se empeña en construir un nuevo Estado ignorando a más del 53 % de los catalanes que no son independentistas.

—¿Deberían convocarse elecciones generales?
— No me cabe la más mínima duda. Somos el hazmerreír del mundo. Un partido con 84 diputados que se tiene que valer de partidos independentistas y proetarras… pero ¿dónde estamos? Esto es una locura. Tiene que haber elecciones. Me avergüenza que mi presidente del Gobierno mande negociar los presupuestos con una persona que está en la cárcel. Me avergüenza que se siga teniendo en cuenta la opinión de un personaje carente de valentía que huyó de España agazapado en un coche cuando vio que las cosas se le ponían feas. No he vivido una situación igual y espero que no se vuelva a vivir algo así , porque es denigrante para el pueblo español.

— ¿Cómo vivió la presentación de la moción de censura por parte de Pedro Sánchez? ¿Pensó que iba a prosperar?
— Sinceramente no, porque yo creo en la palabra y el PNV había acordado apoyar al PP, pero a última hora, faltó a su palabra, le traicionó y se vendió por un plato de lentejas votando a favor de la moción de censura.

— ¿Qué sensación le produjo la caída de Mariano Rajoy?
— Tristeza. Creo que ha sido un magnífico presidente, sobre todo en la esfera económica. Quizás dejó un poco de lado el aspecto ideológico y político del partido, que es muy importante. él es un hombre inteligentísimo y muy válido, pero centró toda su atención en salvar al país de la crisis económica que estábamos viviendo y que provenía del pasado. Tengo una magnífica relación con él, y ha tenido una retirada con una caballerosidad que le honra.

— ¿Qué opina de Pablo Casado?
— A mí me gusta. Lo he dicho siempre, no ahora. Lo sabe la gente del partido que me conoce. Yo era partidaria de Pablo Casado. Creo que está devolviendo la ilusión a muchos votantes del PP por lo que le decía antes, porque Rajoy y Sáenz de Santamaría han sido magníficos gestores de la cuestión económica pero se habían olvidado un poco de lo que son los principios y el ideario del partido. Y Casado lo está retomando y hay mucha gente que lo agradece.

— ¿Qué opinión tiene del liderazgo de Biel Company? ¿Le conoce?
— Le conozco pero no en profundidad porque su época ha coincidido con la mía en Madrid. Tengo buena impresión y buena relación con él, lo está haciendo bien y espero que consiga que en las próximas elecciones el PP obtenga los votos suficientes para poder gobernar, sin que vuelva a formarse alianzas de partidos perdedores con el fin de arrebatar el poder al partido ganador a quién los ciudadanos mayoritariamente han votado.


— ¿Cómo ve al PP de Ibiza y el liderazgo de José Vicente Marí Bosó?
— José Vicente ha sabido apaciguar los bandos y las sensibilidades que había dentro del PP. Me parece una persona muy válida y le auguro a José Vicente un muy prometedor futuro político. Es un hombre muy prudente. Es un corredor de fondo, no trabaja de cara a la galería, no pretende que se le reconozcan méritos inmediatos, pero va ganando puntos a nivel de Madrid. Le espera un futuro muy prometedor. Se nota que le quiero mucho, ¿no?

— ¿Qué va a hacer a partir de ahora?
— No me he dado de alta todavía en el Colegio de Abogados. Podía haberme dado de alta al salir del Defensor del Pueblo porque estando en el Consejo de Estado no tenía ninguna incompatibilidad. Pero me aterraba que la gente pensara que me prevalecía de mi cargo político para mi vida profesional y no me dí de alta en el Colegio de Abogados. Ahora no sé si lo haré. Me dedico mucho últimamente a ayudar a algunas ONGs. Me hice de la Pastoral Penitenciaria de Cáritas, ayudo a la Fundación Conciencia, a Magna Pitiusa, a Apneef. Dedico mucho tiempo a obra social y a ayudar en la medida en la que puedo.

— ¿Y si le propusieran algún cargo público o ir en las listas?
— [Risas] Se me pasó el arroz… es que no me gusta la política ahora. Cuando entré en política fue para conseguir la igualdad entre los españoles, el cumplimiento de la Ley, la separación de poderes, la unidad de España, la educación en valores, el respeto a la bandera, y ahora veo que todo eso se desmorona. Mire, yo he tenido muchos rifirrafes políticos, porque a lo largo de 31 años… y además he sido una política de sangre caliente, que defiende con pasión las cosas en las que cree, pero eso no me ha supuesto jamás insultar, menospreciar a nadie, ni ridiculizar a mis oponentes delante de sus familias, a eso yo no juego, el respeto y la tolerancia por los demás es algo que nunca se debe perder.