El médico Mario García Lezcano, junto al coche de la UHD.

Mario hizo la residencia en Ibiza y aquí es donde ha transcurrido, hasta ahora, la carrera profesional de este médico campechano que desde pequeño tenía claro que quería dedicarse a este mundo. Hizo el MIR y sacó plaza para el Hospital de Valdecilla pero no estudió y optó entonces por quedarse a Barcelona donde empezó a trabajar. Al año siguiente volvió a presentarse y vino a la isla. «Era el destino», dice.

¿Por qué vino a Ibiza?

—Era el que había más cerca, quería un hospital comarcal, porque venía de un hospital grande, el Vall d’Hebron, y no quería eso. Como en todos los hospitales grandes, hay residentes de todo: si rotas por Cardiología hay residentes de Cardiología, Interna, Neumo y luego los de Familia. Quería un hospital en el que sólo estuviéramos nosotros como residentes. En Cataluña no saqué nada y tampoco es que yo fuera un brillante estudiante. Vine a Ibiza un poco a la aventura, no sabía muy bien a dónde venía. De hecho, llamé y pregunté si iba a Ibiza o a Formentera. Empecé un 17 de junio de 2000. A los tres meses de estar aquí tenía muy claro que a Barcelona no volvía. Me gustaba mucho el ritmo que había aquí.

Vamos, que lo suyo fue un amor a primera vista.

—Sí, sí, dejé a la pareja en Barcelona y aquí a echar raíces.

¿Cómo pasó de ser residente a la Unidad de Hospitalización a Domicilio (UHD)?

—Hice la residencia de familia y cuando acabé hice de todo: urgencias de hospital y de primaria, hospitalización a domicilio y paliativos. Luego estuve de adjunto en Urgencias y ahí surgió una plaza en la UHD para sustituir a una compañera que se marchaba a Valencia. Salió una convocatoria, me presenté porque me gustaba y tuve la suerte de cogerla. Desde julio de 2005 estoy en la UHD porque mi hija mayor nació en septiembre, pensé que dejaba de hacer noches y empezaba algo que me gustaba mucho. Urgencias también me gustaba pero esto no tiene nada que ver.

Empieza a trabajar con un escenario diferente en el que la consulta está en el domicilio del paciente.

—Si, esta en su terreno. La relación no tiene nada que ver, como la que puedas tener en Urgencias o en Primaria. Estas en casa del enemigo. La gente se te abre mucho más y ves muchas mas cosas. Es mucho más cercano.

¿Cambiaría la UHD por una consulta en el hospital sin tener que moverse?

—No, me costaría muchísimo. De hecho, me van ofreciendo ir a consultas de Primaria, contratos largos, pero de momento no. Estoy más cómodo en la calle trabajando. Lo peor es el coche. Hasta hace tres años no tenía ganas de que acabara el verano pero ahora es una locura. Tenemos que modificar las rutas y los caminos accesorios, porque te puedes pegar tres horas de caravana en la carretera de Santa Eulària.

¿Se tiene que conocer bien la isla?

—Bastante. Cuando nos llaman para ver un paciente en la planta para la UHD, les preguntamos donde viven y te dicen que no vamos a saber llegar porque está en un camino, pero lo conocemos. Hemos pateado bastante la isla. A mi me gusta mucho hacer pacientes que viven en el campo que no en la ciudad de Ibiza donde no puedes aparcar.

¿Cuantos kilómetros ha recorrido?

—Pues no sé, hago entre 30 y 40 kilómetros diarios. Llevo trece años y tres meses. Creo que entre 7.000 y 9.000 kilómetros al año.

¿Qué le aporta su trabajo en la UHD?

—La relación que tengo con los pacientes y con el equipo, estamos muy cohesionados y eso es muy importante para trabajar en esto. Yo me lo paso muy bien en mi trabajo.

¿Cuál ha sido su mejor experiencia?

—Cuando tus pacientes ingresan por Urgencias y piden que sean atendidos por la UHD, ves que las cosas no las haces tan mal. Eso mola mucho.

¿Y la más negativa?

—Una niña que se nos murió. Era un amor. Iba a ser papá y me conocía a mi y a mi mujer, porque había estado en la UCI. Acabé llorando con los padres y ellos consolándome a mí. Fue un drama. Había comenzado hace poco a trabajar y no tenía manejo de esas situaciones pero fue duro. Siempre que paso por delante de su casa me acuerdo.

¿Os preparan para situaciones como estas que forman parte de vuestro trabajo?

—No, te puedes formar, hacer cursos pero hasta que no tienes a una niña de trece años que te dice que se muere no sabes lo que hacer. Eso no te lo enseñan ni en la Facultad ni en los cursos, eso tienes que pasarlo y por suerte no pasa habitualmente. Ha sido lo más traumático de mi corta carrera profesional.

¿Cómo fueron sus inicios?

—Bien, cuando empecé yo había mucho residentes y el ambiente estaba muy bien. En las guardias trabajamos mucho pero también disfrutamos. Teníamos muy buena relación. Me lo pasaba muy bien, nos reíamos mucho.

¿Recuerda alguna anécdota?

—Antes de venir a Ibiza había trabajado mucho en domicilios y ahí te pasan un montón de historias, algunas surrealistas. Al final, lo vas normalizando todo y lo importante es el paciente. Recuerdo un paciente que estaba en un barco en la bahía de Sant Antoni e íbamos cada día a ponerle un antibiótico por vena, venían a recogernos con una lancha para subir al barco a ponerle la medicación. Otra vez, no hace mucho, fui a ver a un paciente, que era la primera vez que le visitaba, en pleno centro de Vila. Miro la dirección, número de piso y puerta y voy, llamo al interfono, me abren y subo. Me meto en la casa a pesar de la cara de asombro del que estaba en la puerta. Resulta que me había equivocado de calle, pedí disculpas y me marché. El hombre alucinó al verme entrar saludando y metiéndome en su casa como si nos conociéramos de toda la vida. Fue muy surrealista. También esta el tema de los perros, a veces nos han atacado, sobre todo los pequeñitos. A una compañera le mordió y le rompió el pantalón. Cuando entro en una casa por primera vez y si veo que hay un cartel de un perro, no entro hasta que no lo cogen.

¿Porqué se hizo médico?

—No sé, de pequeño me preguntaban lo que quería ser y decía siempre cirujano cardiovascular. Había una serie en TV3, A cor obert, que me encantaba y salían muchos cirujanos, pero luego cuando me metí en la carrera dije que no. Si hay que coser y curar sí, pero el quirófano no. Prefiero el paciente despierto.

Con todos los pacientes que ha visto puede hacer un perfil sociológico.

—Variopinto total. ¿Un perfil? Es imposible, depende si son más vileros o de los pueblos. No tiene nada que ver. Las demandas, la manera de ser, de hablar, de comportarse ante la enfermedad cambia mucho. En general, la gente suele ser muy acogedora.

¿Se han planteado la posibilidad de irse ?

—Cuando acabé la residencia nos planteamos irnos a Mallorca, pero no surgió. Estamos bien. Ibiza es un sitio muy bueno para criar niños.