La víctima y el detenido coincidieron anteayer en el centro de salud de Santa Eulària. Foto: GERMÁN G. LAMA

Dos años de prisión, pena que quedará en suspenso, y al menos otros tres sin poder contactar o acercarse a su mujer. Ésta es la condena que aceptó el residente ecuatoriano de Santa Eulària que fue detenido anteayer después de que arrojar agua hirviendo a la cara de su esposa, persona que, a consecuencia de ello, sufrió quemaduras en el rostro, pecho y brazos. Según las declaración de los implicados, el incidente ocurrió instantes después de que la afectada tirara «hacia la pared» una taza de café a su marido, salpicándole con el líquido «templado».

La víctima, pese a no haber denuncias anteriores por maltrato, declaró ayer que las peleas entre ambos eran continuas desde que contrajeron matrimonio hace 23 años y que las agresiones de uno a otro eran mutuas sin que ella sintiera un temor especial a su pareja. Es más, al parecer, consideró que tal comportamiento era «normal» en una relación matrimonial.

La última discusión entre su marido, G.G.G.B., natural de Ecuador y de 48 años, y su esposa, de origen colombiano y de 46 años, tuvo lugar poco después de las nueve de la mañana en el domicilio de la pareja en la calle Sèquia des Mallorquí cuando el acusado reprochó a su compañera que a esa hora aún estuviera durmiendo uno de sus hijos, un muchacho de unos veinte años de edad.

La víctima reconoció que en el transcurso de la pelea, y en un arrebato, cogió una taza de café y la echó hacia un lado del lugar donde se hallaba su marido, quien, según el reconocimiento médico, también sufrió quemaduras de carácter leve.

La mujer fue la que se llevó la peor parte en la discusión después de que su marido avanzara unos pasos e intencionadamente se dirigiera al lugar donde había una jarra con agua hirviendo. Tras coger el recipiente, lanzó su contenido a la cara de su esposa.

El sospechoso, detenido por la Policía Local de Santa Eulària después de que él mismo se dirigiera al centro de salud donde estaba su cónyuge, se enfrentaba en un principio a tres años de prisión y cuatro de alejamiento de su mujer. Su confesión sobre lo ocurrido en el juzgado de Instrucción número 4 de Eivissa facilitó un acuerdo que redujo en un tercio las penas solicitadas por el fiscal.