Un turista británico que en el verano de 2002 fue detenido por abusar de una empleada de una tienda de lencería de Sant Antoni viajó ayer a Eivissa, al parecer expresamente, para poder zanjar sus problemas con la justicia española y ser juzgado por un caso contra la libertad sexual en el que el acusado se enfrenta a una condena de dos años de prisión.

El sospechoso reconoció en la vista oral que se había propasado con la afectada pero negó que hubiera continuado manoseándola y besándola contra su voluntad cuando ésta presentó resistencia.

La víctima, sin embargo, volvió ayer, en un juicio que se celebró ante la responsable del juzgado de lo Penal número 2 de Eivissa, la magistrada Martina Rodríguez, a asegurar que el acusado la sujetó fuertemente por el cuello después de que ella se resistiera a ser tocada y besada.

Persianas

La mujer afirmó que dicho individuo irrumpió en la tienda y bajó las persianas antes de abalanzarse sobre ella, momento en el que la besó en la cara y le manoseó los pechos, acciones que presuntamente repitió mientras la empleada se resistía.

El acusado, por su parte, un hombre que ayer dijo estar muy arrepentido por lo sucedido y que pidió perdón a todos los afectados, echó la culpa de todo a una pastilla, cuya composición se ignora, que había ingerido y que le había producido una gran deshibinición.

Según su propio testimonio, movido por un deseo irrefenable, se vio impulsado a entrar en un establecimiento donde vio que se vendía lencería. Al ver a la empleada se precipitó sobre ella y antes que nada le colocó una mano en la boca, posiblemente para que no gritara. Luego, según dijo, la besó y la manoseó pero luego decidió dejarla al ver que ésta presentaba una fuerte resistencia. El sospechoso, tras la descripción y los datos facilitados por la víctima, fue apresado por la Policía Local de Sant Antoni y entregado horas después en el juzgado El caso, tras distintas demoras, pudo ser visto ayer y quedó visto para sentencia.

El acusado estuvo acompañado durante todo el tiempo que permaneció en los juzgados por su pareja, en avanzado estado de gestación. Durante el juicio, en el que también estuvo presente la mujer, el turista británico insistió en que había perdido el control sobre sí mismo y no dejó la oportunidad de pedir perdón y expresar su arrepentimiento al tiempo que hacía ver que ahora llevaba una vida familiar completamente normal.