Tomás Arroyo, ayer, ofrece una sonrisa de complicidad a A.C.D., quien se ha considerado su 'alter ego' y con quien comparte banquillo. | Marco Torres

Ninguna se sintió atraída por él. Fue el miedo a contraer un cáncer, a perder a un novio o a que nunca fuera deseada por otros chicos, a que empeoraran las relaciones familiares o a un fracaso en los estudios. Éstas son las principales razones que llevaron a las adolescentes que denunciaron por supuestos abusos sexuales a 'El Brujo' a plegarse a todas sus órdenes, según su testimonio. Una de las víctimas ratificó, como ya se informó en su día, que, desde de los 12 años, durante cuatro años y una vez al mes fue víctimas de abusos.

«Nos decía que en la vida había dos tipos de personas: los ganadores y los perdedores y que de nosotras iba a hacer unas ganadoras», precisó una de las 13 denunciantes (tres de ellas hermanas) que declararon ayer ante la Audiencia Provincial en la causa abierta contra Tomás Arroyo Rodríguez y contra quien las afectadas consideraban su sucesor, Alberto C.D.

Todas ellas echaron por tierra las afirmaciones del mentalista cuando, un día antes y ante el mismo tribunal, afirmó por activa y por pasiva que nunca había tenido relaciones sexuales con sus 'pupilas', a excepción de un único caso que fue «incompleto».

Tomás Arroyo basó estas afirmaciones en que el acto sexual le perjudicaba porque «le hacía perder energía» y lo dejaba «derrotado», amén de otras complicaciones de tipo orgánico que le impedían consumar sus relaciones.

'Aversión al sexo'

De hecho, durante los dos días que se llevan de vista oral las preguntas que ha hecho su defensa han girado sobre esta cuestión, incluido, además el hecho de que todas las relaciones sentimentales de 'El Brujo' habían fracasado por la supuesta 'aversión' del curandero con el sexo.

Las mujeres que dijeron haber yacido con el 'ayudante' de Arroyo, a su vez, o con otras personas (citando a futobolistas famosos), insistieron en que se acostaron con éstas porque para ellas eran deseos de 'El Brujo' y no porque también se sintieran atraídas por sus personas. «Era algo que no nos cuestionábamos. No era una cuestión de sentimientos. Él disponía y nosotras hacíamos lo que nos pedía», explicó otra de las jóvenes después de que otra de ellas hubiera comparado al grupo como a «una secta».

Noticias relacionadas

Pactos de silencio, talismanes cargados de energía positiva de recompensa para las que entraban en el grupo, visitas sorpresas de futbolistas famosos y la omnipresente promesa de que las cosas en vez de ir bien irían mal en caso de desobediencia siempre planearon en el grupo de jóvenes que entre 1995 y 2006, cuando tenían edades comprendidas entre los 11 y los 19 años, dijeron haber caído bajo su absoluto influjo.

Las víctimas de 'El Brujo' confesaron que su temor nacía también de la firme creencia de que Tomás Arroyo era una persona con «poderes», un visionario que, además, «podía enterarse de todo lo que decíamos porque él lo escuchaba aunque no estuviera presente y que si no le hacíamos caso también lo sabría», dijo otra de las mujeres. El sexo era el camino para transmitirles su fuerza. «Nos decía que era su manera de pasarnos sus poderes».

Las afectadas volvieron a declarar que durante los encuentros sostenidos en Eivissa y Valencia, muchos de ellos suscitados tras «muchas presiones», se produjeron indistintamente en hoteles y en coches, así como en un inmueble de Cas Serres y en una casa de Santa Gertrudis donde las jóvenes 'agasajaban' a su gurú con cenas y en donde también se 'trataba' a las iniciadas con desnudos terapéuticos y sexo compartido en habitaciones.

«Nos sorprendía con verdades de adolescentes»

Las víctimas eran captadas por´'El Brujo' principalmente de dos modos: tras caer bajo su influjo aconsejadas por una de las chicas 'antiguas' del grupo o al verse sorprendidas por conocimientos 'secretos' sobre su persona. 'El Brujo' fue para las afectadas un pozo de sabiduría, un hombre que en sus primeras palabras ya les hablaba de sus más íntimos problemas. «Entrábamos enseguida en un estado de sumisión. Salí del primer encuentro sintiéndome basura», explicó una de las primeras denunciantes, quien tenía 15 años cuando comenzó todo. «Nos hablaba de nuestro cuerpo, de nuestros temores, de cosas propias de nuestra edad en las que nos creíamos únicas, que sólo nos pasaba a cada una de nosotras y nos sorprendía. Pero eran verdades de adolescentes. Había que obedecerle porque él lucharía en nuestras guerras», añadió.

Invitado por una familia a una Comunión

Tomás Arroyo llegó a ser aceptado como uno más en las familias de sus `pupilas'. No sólo fue a tomar café en muchas ocasiones, incluso supuestamente después de haber abusado de la joven a la que pertenecía esta familia, sino que también estuvo en comidas y llegó a ser invitado a la Comunión de uno de los hijos.

Todo comenzó a desmoronarse cuando una de las chicas, pasados los años, pidió ayuda. «No era normal. Me ponía sola a llorar en el coche». Luego, ésta supo que su hermana pequeña también había sido víctima de abusos y, con ello, sonaron los teléfonos y el intercambio de experiencias entre las familias y las jóvenes perjudicadas».