Vuelta a las andadas. El incendio de Cala Llonga que obligó a desalojar el pasado fin de semana a Roca Llisa ha vuelto generar un debate que por tercera vez en algo más de un año se repite. Si la Isla cuanta con los medios antincendios necesarios y sin que hay actuar para acometer la 'limpieza' de bosques cubiertos ahora de una maleza que era eliminada cuando existía en esos lugares la agricultura y la ganadería tradicional. Un tercer factor, sin embargo, apenas se ha tenido en cuenta y, quizás, sea el más importante: el de la necesidad de que exista una concienciación colectiva par aumentar que se repitan desastres como los de Benirràs y Morna, y ahora el de Cala Llonga.

Imprudencias. Los tres incendios se debieron a imprudencias supuestamente cometidas por personas que no tuvieron los cuidados necesarios con el fuego. Aún es más preocupante que en dos de los casos, en Benirràs y Sol d'en Serra, se relacionó la aparición del fuego con hogueras encendidas por personas indigentes de supuesta estética 'hippy' o 'rasta?. En el caso de Morna, el sospechoso era un apicultor que había hecho del monte su vida y que supuestamente no tuvo los cuidados necesarios cuando aireaba un grupo de colmenas.

Prevención. Cabría preguntarse, ante estas coincidencias, si se puede hacer algo en este terreno y no únicamente por la las autoridades y las fuerzas policiales. En este sentido, la presencia de personas que encendían fuegos 'peligrosos' no era nueva, y en ello también influyó la prohibición para celebrar fiestas en las que se apelaba a místicas comuniones con la Naturaleza. En el caso, del último incendio quizás (de nuevo quizás) hubiera servido para evitar el mal que alguno de los vecinos que había advertido en este lugar a un joven rasta que supuestamente encendía fogatas para cocinar hubiera advertido de ello a las fuerzas policiales.

Seguridad. En todos los casos ha sorprendido que muchas casas 'perdidas' en el bosque no está acompañadas de las mínimas medidas de seguridad. No hay perímetros que las separen de las zonas forestales y se vislumbraron distintos factores negligentes en torno a ellas.

De cara al público. La cuestión de fondo es que, quizás, (por tercera vez) no baste con cruzar los dedos y esperar a que se produzca un nuevo incendio. La pérdida del bosque, y más en una isla turística, no sólo es una desgracia al medioambiente sino también a la imagen de su sitio considerado mundialmente como paradisiaco. Por cierto, El joven detenido por el último incendio , ahora en libertad con cargos, se ha presentado en varias ocasiones en las oficinas de este periódico para quejarse de que la publicidad dada a lo sucedido, textualmente, «ha dañado mucho su imagen».