El altercado se produjo por una avería en el edificio del Cetis que ocupa la Policía Local de Eivissa. | ARGUI

La gran tensión acumulada desde hace varios meses entre la empresa concesionaria del Cetis y el Ayuntamiento de Eivissa parece que se desbordó el pasado 3 de enero de 2013 en un altercado entre el técnico de mantenimiento de la empresa, José Tur Ribas, y el arquitecto municipal, Rafael García Lozano, que se juzgó ayer en el Juzgado de Instrucción Número 4 de Eivissa.

Ese día se produjo una avería en los desagües de la Torre 1, ocupada actualmente por la Policía Local de Eivissa, que provocó malos olores, que la planta baja, destinada a los atestados, se llenara de restos fecales y que quedaran inutilizados los diez baños del edificio.

Por ello, a las 14,00 horas, la Policía Local se puso en contacto con Aqualia y con el jefe de mantenimiento del edificio para encontrar una solución al problema. Según los técnicos que acudieron al lugar ésta parecía rápida ya que únicamente había que arreglar las tuberías del sótano. Sin embargo, Tur Ribas se negó a permitirles el acceso alegando que no puede abrir ninguna de las dependencias sin antes recibir el permiso por parte de la empresa concesionaria del Cetis, localizada en Barcelona.

Ante esto, el subinspector de la Policía Local de Vila, José María Navas, decidió llamar al arquitecto municipal e informarle de la situación. Éste, que estaba de vacaciones, llegó al edificio a las 18,00 horas y se encontró con que finalmente el técnico de mantenimiento había dejado entrar a los técnicos de Aqualia y que éstos estaban a punto de solucionar el problema.

Momentos de tensión

En ese momento parece que se desataron las hostilidades entre ambos. Según declaró Tur Ribas, el arquitecto municipal perdió los nervios y le empujó, escupió e insultó. «Me dijo ‘quítate de enmedio, imbécil, no eres nadie, te voy a poner un informe que te vas a enterar», aseguró ante el juez el denunciante. Algo que negaron tanto el principal acusado como el subinspector Navas también presente en el momento en el que se produjo el incidente y que declaró como testigo. «Llevo 23 años como arquitecto municipal y nunca jamás he tenido ningún problema con nadie y menos con este hombre al que ni toqué», se defendió el acusado.

«Es cierto que llegué enfadado al edificio porque me parecía una situación surrealista e increíble que no dejaran entrar a unos operario para solucionar un problema tan grave y, por eso, le dije que nunca más se atreviera a impedir la entrada de un fontanero o de cualquier policía local en una dependencia municipal», concluyó.