El alimento principal de la dieta en Nepal –su pan– es el arroz, como en tantos otros países en vías de desarrollo. Este cereal resulta primordial para sus habitantes, por lo que la generosidad y benevolencia del clima es su principal preocupación.

De esta manera, el monzón, que trae consigo intensas lluvias durante todo el verano, se torna necesario para garantizar los cultivos. Sin embargo, puede llegar a ser tan virulento que también supone una impredecible amenaza para los campos y para las propias aldeas, que pueden acabar inundadas o incluso arrasadas por la voracidad de las aguas.

Así, el monzón infunde entre los nepalíes alegría y temor a partes iguales. En la región de Kas Kikot, donde actúa la ONG ibicenca Via Oberta al Nepal, parece que el monzón está siendo benévolo este año, al menos por ahora.

Este mes, los escolares disfrutan de sus vacaciones y se unen a los adultos en las tareas del campo. Los hombres, ayudados por bueyes cuando poseen alguno, acondicionan y labran la tierra con las rudimentarias herramientas de que disponen. A su vez, las mujeres, a pie descalzo, siembran una a una cada planta. Los niños colaboran en todo aquello que pueden. Todos juntos, ponen su empeño en una cosecha que les pueda garantizar su manutención básica durante el siguiente año.

En Lauruk, la casa de acogida de Via Oberta a Nepal emula a una granja familiar nepalí, pero con mayores dimensiones y más miembros. La cercanía del río le permite, recogida ya la primera cosecha, acometer la segunda siembra del año.

La –por ahora– pacífica llegada del monzón ha devuelto la alegría a las gentes de Lauruk, aunque temen que este fenómeno meteorológico se intensifique en demasía en las próximas semanas, a lo que hay que sumar el peligroso deshielo del Himalaya. Además, los terremotos de hace unos meses han modificado la orografía del terreno y el curso del río, lo que provoca mucha incertidumbre.

A pesar de ello, los aldeanos no pierden la esperanza gracias a la recanalización fluvial, ya casi finalizada y que ha sido posible gracias a la entidad ibicenca y a las ayudas de emergencia otorgadas por el Consell d’Eivissa y el Ayuntamiento de Sant Antoni, además de las aportaciones  de muchos particulares ibicencos. Todo ello servirá para poder recoger la segunda cosecha del año y llenar la despensa del ‘pan’ nepalí.