Una victoria puede explicarse por la buena suerte, dos podrían achacarse a la escasa competencia, pero el tercer triunfo consecutivo del equipo Autoescuela Santa Gertrudis en el Campeonato Mundial de Arròs de Matances, además con muchos puntos de diferencia respecto al segundo clasificado, consagra a Cati Ribas como una auténtica especialista en el noble arte de cocinar esta tradicional receta de las Pitiüses.

Además, se impuso en la edición más numerosa, con 40 equipos participantes, y la más globalizada, con el concurso de voluntariosos cocineros venidos de Formentera y desde otros confines del planeta como los granadinos del equipo Gondolieri, los chilenos del Mota’s Team o algún componente de la comunidad filipina.

El propietario de Space, José Roselló, miembro del jurado, fue el encargado de leer el veredicto. Se oyó algún «tongo, tongo» (medio en broma, medio en serio) que casi anticipó el organizador del evento y propietario del restaurante Kantaun, Vicent Sala, horas antes. «Durante el día los equipos se invitan a un vinito o a una tapita, pero a la hora de la verdad sacan los cuchillos», comentó.

«El primer año quedamos cuartas o quintas, pero al año siguiente mi padre, que era un excelente cocinero, me explicó un par de detalles», revela la chef ganadora tras recoger el acertado trofeo, un cerdo que sujeta una cazuela, figura creada por el escultor Marco Zurita.

No da ninguna pista sobre cuál es su secreto. «Un buen arròs de matances debe llevar lo justo y lo necesario, nada más ni nada menos. Se debe hacer como se hacía antes y se deben utilizar los productos de toda la vida: caldo de gallina, quica y poll pagès, carne buena, pebrassos, que este año casi no había y me ha ayudado na Pepita de Santa Gertrudis...» y calla cuando piensa que ya está empezando a contar demasiado.

El segundo premio fue para S’Estany, vencedor de la primera edición, y el tercero para Pesca Cosmar. Sin embargo, los galardones quedaron en un segundo plano para que la cita se convirtiera en una multitudinaria fiesta de varias horas de duración.

La Colla de Sant Mateu dio el pistoletazo de salida sobre las 12.00 horas con una tradicional exhibición de ball pagès. Las calles Roser y Progrés, así como el aparcamiento del carrer Ample se iban llenando progresivamente conforme pasaba la mañana hasta llegar a estar abarrotados. Con dificultades avanzó entre la gente la Banda Municipal de Música, cuyos componentes iban disfrazados. Dieron un aire de carnaval musical que, de manera espontánea, el follonero equipo Can Jurat, formado por cuatro piratas y un retrato de Paquirrín, mantendría hasta bien entrada la tarde. El relevo lo tomaría el grupo Rockola tras la entrega de trofeos, sobre las 16.30 horas.

Entre tanto, se vaciaron infinidad de botellas y barricas enteras de vi pagès, se sirvieron centenares sino miles de raciones de sobrasada y butifarra y, finalmente, cada cuadrilla repartió el resultado de varias horas de trabajo y empeño: cuarenta arrossos de matances que los nueve miembros del jurado tuvieron que valorar en apenas 20 minutos. Además, y no menos importante, el arròs de matances que hacía 41, preparado por la organización y cuya recaudación se destinará a Apfem.

El organizador de este original concurso, Vicent Sala, no tuvo un respiro en todo el día. «Cada año es más complicado, pero cuando tienes los deberes hechos no te da miedo ir al cole», dijo en relación a las dificultades para coordinar un certamen que cada año crece más. «El primer año fuimos nueve, el segundo 26, lugo 31 y ahora 40», detalló.