Nuestro aspirante a Sardina Negra de esta semana hace magia. Así, sin más, tal y como lo leen. Y es que Antonio Almerge más conocido en Eivissa como Mago Almer, es de esas personas increíbles que cuando menos te lo esperas une varios aros a priori indestructibles, recompone mediante un soplido un periódico que ha sido roto en mil pedazos, se escapa de una camisa de fuerza que ha sido atada a conciencia por este periodista que les escribe e, incluso, hace levitar unas gafas de sol o un billete de cincuenta euros. Por todo ello no es extraño que sea además el presidente de la Asociación Mágica de Ibiza y Formentera, una asociación totalmente consolidada que actualmente cuenta con 14 miembros de edades comprendidas entre los 12 y los 70 años y que anualmente da cursos y organiza espectáculos de magia en familia por distintos lugares de la isla y que tienen su sede en el teatro de la Residencia Reina Sofía de Vila.

Sin embargo, este mago nacido en Villamayor de Gállego, una localidad que está a 10 kilómetros de la ciudad de Zaragoza y que antes de ser pueblo fue barrio, es mucho más. Por ejemplo, podíamos resaltar de él que estudio mmo, que es músico, que llegó a la isla para hacer una auditoría a una empresa durante de 3 meses en 1984 y que desde entonces vive aquí, y que además, tira con arco, motivo por el cual hacemos la entrevista y las fotografías en la galería Víctor Juan de las instalaciones deportivas de Can Misses. Y allí, sentados cómodamente entre dianas, arcos de todos los tipos, trucos y bromas, el Mago Almer se convierte en un magnífico ejemplar de Sardina Negra.

—Le tengo que confesar una cosa. Me hacía especial ilusión hacerle esta entrevista porque siempre he sido un fan de la magia de cerca como la que practican ustedes. Es más, siempre quise ser ayudante de mago. Así que antes de todo Antonio, ¿la magia existe?

—(risas). Por supuesto. La magia está en todas las cosas que nos rodean y consiste fundamentalmente en sorprender y dejarte sorprender. Y además es preciosa porque, por lo general, siempre te deja una gran sonrisa en la boca cuando ves un número, sea el que sea.

—¿Es verdad que un buen mago siempre tiene que llevar una camisa de manga larga?

—(risas). ¿Quién te ha dicho eso? No es verdad. Mira, por ejemplo, en verano nosotros llevamos las mangas subidas porque ya no es como antes que se decía que un buen mago siempre escondía algo en su camisa (risas).

—¿Cómo es el día a día de un mago? ¿Entrena muchas horas?

—Más que entrenar como un gimnasta yo diría que lo que hacemos son muchas horas de ensayo delante de un espejo o en nuestro estudio. Por ejemplo y para que te hagas una idea, cualquier truco sencillo que podemos hacer en la Residencia Reina Sofía de Vila lo ensayamos unas 500 veces, tanto por si sale bien como si sale mal y saber reaccionar a tiempo. Y además también leemos mucho para documentarnos y estar en constante renovación.

—Entonces me da la sensación de que no cualquier persona puede ser mago...

—La verdad que no. Hay muchas personas que se compran cuatro trucos en una feria, una caja con algunos elementos o ven como se hace esto o aquello por internet y ya se creen que son magos pero no es así. Ni mucho menos. Esto lleva mucho más trabajo del que se piensa la gente.

— Hombre, yo tenía un amigo que le servía para ligar. ¿Se liga mucho siendo mago?

—(risas). Pues la verdad que sí, sobre todo si eres guapo, joven y habilidoso. Yo ligaba mucho y uno de mis hijos, el que es abogado, aunque no se dedica profesionalmente a este mundo de la magia le viene muy bien (risas).

—¿Cómo empezó usted en este mundo?

—Fue cuando tenía ocho años. Fue en Zaragoza y con un mago que se llamaba José Luis y que además fue el primer bailarín de claqué que hubo en España. Él tenía un hijo pero como no le gustaba lo que hacía me acabó cogiendo de discípulo. Aún recuerdo el primer efecto que me regaló, se llamaba el bastón bailarín. Me gustó tanto que acabe tan enganchado que aquí sigo, al pie del cañón, casi cincuenta años después.

—Menos mal que no le enseñó claqué. Se hubiera perdido un gran mago...

—(risas). Muchas gracias. Lo cierto es que lo intentó pero me tiraba más la magia.

—¿Qué es lo que más aprendió de él?

—Fundamentalmente un concepto que yo siempre le digo a todos aquellos que están empezando. Hay que seguir siendo tú mismo, sin imitar a nadie, y eso yo lo aplico a rajatabla desde el primer día aunque mis andares no sean los más elegantes encima del escenario (risas).

—Lleva razón. Parece que desde hace tiempo todos los magos tienen que ser además humoristas...

—Eso es verdad. Yo no soy tan así porque además parto de la base de que estudié mimo y eso me ayuda bastante en mis números. Además, como trabajamos en hoteles donde hay alemanes, ingleses, franceses o italianos sería una auténtica locura tener que aprendernos siempre las mismas bromas en cada idioma. Como si no tuviéramos suficiente con aprendernos cada número.

—Con su experiencia como mago, ¿qué opina de estos grandes personajes que están ahora de moda como el inglés Dynamo o David Copperfield?

—Bueno, hay que quitarse el sombrero ante las cosas que hacen porque son espectaculares. Antes todo era mucho más artesanal, precario, romántico y bonito porque se basaba más en la habilidad manual, mientras que a día de hoy con las nuevas tecnologías se pueden hacer verdaderos milagros que son mucho más visuales y que impresionan tremendamente. Eso sí, luego desgraciadamente en público y en directo pierden mucho porque están más limitados. Sinceramente, soy más de la magia de cerca y de estar en contacto con la gente. De la magia de toda la vida, esa que hace subir al escenario a gente del público para que se sorprendan.

—Siempre se ha dicho que había gente compinchada entre el público...

—(risas) Sí. En otros tiempos, cuando se empezaba en la magia seguro que pasaba pero ahora le digo que ningún mago se arriesgaría a algo tan absurdo. Al menos de los que yo conozca.

—Entonces y se que no me lo va a decir... ¿pero dónde está el truco?

—(risas) En la magia. En creer o no creer. Yo he hecho espectáculos en el que alguno de los espectadores ha llegado a tumbarse en el suelo y mirar por todos sitios en busca del truco. Eso, bajo mi punto de vista es una pena porque al final haces que se pierda el encanto.

—Hablando de espectáculos. Ustedes como la Asociación Mágica de Ibiza y Formentera hacen espectáculos de forma regular en el Teatro Reina Sofía y en distintos lugares y colegios de la isla pero, ¿se puede vivir de la magia en Eivissa?

—La verdad que no. En la Península tal vez sí pero aquí no. Afortunadamente la asociación goza de una magnífica salud y por eso siempre estamos abiertos a que todo aquel que le interese este mundo venga a probar con nosotros en el pequeño espacio que tenemos en la Residencia Reina Sofía de Vila y que, aunque no se lo crea, es la envidia de muchas otras asociaciones de la Península. Además, lo bueno es que para iniciarse no hay límite de edad. Se puede empezar con cinco o seis años y seguir con los 70. Eso sí, no queremos a nadie que venga a destrozar la magia.

—¿Por qué dice eso de destrozar la magia?

—Porque ya hemos tenido ejemplos de gente que se ha apuntado solamente para saber cuales eran nuestros trucos y reventárnoslos. Es una pena pero creo que con eso acabamos perdiendo precisamente la ilusión que rodea a este mundo.

—Y ya la última. ¿En qué está trabajando actualmente?

—Pues en un número con mi hijo que será espectacular. Aprovechando que yo tiraba con arco vamos a preparar algo que tiene que ver con meter a un ayudante en una caja y lanzarle flechas. Y bueno hasta aquí puedo leer que queremos que sea una sorpresa.

PEQUEÑA BIOGRAFÍA

Antonio Almerge, Mago Almer, nació el 9 de noviembre de 1955 en Villamayor de Gállego, un pueblo que está a diez kilómetros del centro de Zaragoza y que anteriormente fue un barrio de la capital aragonesa.

Se inició en el mundo de la magia con ocho años, gracias a un vecino de nombre José Luis que lo apadrinó y le enseñó sus primeros trucos. Llegó a Eivissa el 13 de junio de 1984, día de San Antonio, en un barco de Transmediterranea para trabajar durante tres meses haciendo una auditoría a la empresa Letona, que se encontraba donde el actual Hipercentro. Al final se quedó lleva más de treinta años en la isla.

Está casado y tiene dos hijos. El primero se llama Raúl, es abogado y trabaja en Barcelona. El segundo, Dani, es su sucesor en el mundo de la magia.

Además, el Mago Almer, es el presidente de la Asociación Mágica de Ibiza y Formentera.

LA PREGUNTA

-¿Este mundo de la magia se transmite de padres a hijos?

-Pues en ocasiones. Yo en mi caso tengo dos hijos. El mayor es abogado, acaba de terminar la carrera y ya trabaja en Barcelona aunque hace algunos números en sus ratos libres. Mientras, el otro, el pequeño sí que ha seguido mis pasos y ya se dedica más en serio a este mundo e, incluso, estamos preparando algún que otro espectáculo juntos.