En la Fundación Lázaro Galdiano de Madrid, que cuenta con una biblioteca llena de tesoros bibliográficos que fue juntando su mecenas, de las Pitiusas se encuentra un manuscrito de autor desconocido con media docena de páginas en las que se dan consejos sobre cómo se podría cultivar mejor la tierra ibicenca en el siglo XVIII. Lo escribió un observador de la agricultura que alaba el aceite de la isla considerándolo «uno de los mejores de España», asegurando incluso «que si se cuidara más su proceso de elaboración. su calidad podría ser incluso más excelsa». Incluso de las almendras escribe que su cosecha es importante pero que sería más abundante «mejorando una serie de aspectos técnicos».

Sin embargo la joya ibicenca de este importante museo matritense es un mapa de Ibiza y Menorca, prácticamente desconocido y desde luego muy bonito, obra de Casiano de Silva. No es un mapa de precisión sino que destaca más bien por la belleza e ingenuismo con la que su autor dibujó el perfil de la isla, incluyendo sus montañas y mitología.

En Madrid los documentos ibicencos se concentran – junto con el Archivo Histórico Nacional cuyos materiales estudió Bartolomé Escandell para enarbolar sus magníficos libros sobre la Historia de Ibiza Moderna – en la Biblioteca Nacional. En este edificio del Paseo de Recoletos se conserva desde el mapa de Ibiza hecho en Viena por Really en el año 1791 a estampas de tipos ibicencos como La labradora de Yviza que grabó Carrafa en el siglo XIX o el manuscrito del siglo XVIII que recoge notas ebusitanas sacadas de los autores grecolatinos.

El manuscrito de Tomás López

Entre los mapas de Ibiza en la Biblioteca Nacional tal vez los cuatro más importantes son el mencionado de Really y otros tres de finales del siglo XIX que fueron grabados por un tal L. Galván. Además, hay un quinto mapa, el más relevante de todos, cuyo arte final lo hizo el famoso cartógrafo de gabinete Tomás López que, aunque probablemente nunca piso Ibiza tuvo una serie de negros que le fueron pasando información y cartografía de nuestra isla. Y es que Tomás López más que ser puntilloso sobre el terreno era un compilador de informaciones cartográficas a las que luego él daba su sello y estilo, creando unos atlas de España y América que son obras claves de la historia de la cartografía española.

Respecto a Ibiza el mapa que hizo Tomás López en 1780 se lo semiplagió al alicantino José García Martínez que entre 1765 y 1766 trazó un mapa de la isla pitiusa tomando información in situ. Este mapa lo terminó en Palma cuando era comandante de Ingenieros. El caso es que López cogió toda la información que pudo de otros y en especial de José García, que fue quien de verdad había hecho el trabajo de campo recorriendo desde la isla de Tagomago hasta la playa Arabí en la que en el siglo XVII fondeaban los barcos para hacer aguada gracias a las aguas que se estancaban detrás de esta playa y que venían de tierra adentro.

Además, en la Sala Cervantes de la Biblioteca Nacional se encuentran las notas que apilaron estos dos cartógrafos militares y que complementan los mapas de Ibiza, Iviza, y que fueron tomadas con quince años de diferencia.

Isla de cielo alegre y despejado

En estos jugosos apuntes se lee que Ibiza está a 25 leguas de España y a 25 de Mallorca y se describe geográficamente a varios quartones como Balansat, Salinas o Portmany. Así mismo, se recorre su historia que «en lo temporal pertenece a España y en lo espiritual a la diócesis de Tarragona».

Incluso, de los ibicencos se dice que son de buena condición, aunque «poco aplicados al cultivo de la tierra, pero excelentes en el servicio a la marina como es notorio en la Rea Armada». También se alaba en este manuscrito del siglo XVIII lo buenos que son como corsarios: «frecuentemente se embarcan en corso contra los infieles, en embarcaciones del país, con Real y permiso y son bastante afortunados para estas empresas».

Mientras, tanto Gutiérrez como López coinciden en que el suelo ibicenco es fértil, y sobre todo resulta muy rentable la sal y «que notorio el gran comercio que de ella se hace ya que continuamente está lleno el puerto de embarcaciones de todas las naciones que vienen a buscarla».

Y por si fuera poco, en la mayor de las Pitiusas «el cielo es alegre y despejado» y el clima templado. Del mapa de Tomás López hay un ejemplar en la Biblioteca Nacional y otro en la Academia de la Historia, y algunos buenos anticuarios internacionales también disponen de ejemplares cuyo precio ronda los 3.000 euros.