Fernando Hierro realiza estiramientos al término de la sesión de entrenamiento de ayer.

Dos partidos después y con el final del primer trayecto a la vuelta de la esquina, España sigue sin dar síntoma alguno de fiabilidad. Da igual la óptica empleada en la disección. El grupo de Camacho sólo genera inquietud y eso nunca es bueno porque mutila la confianza. Bajo esta constante, el equipo nacional definirá esta tarde su futuro en la Eurocopa. Huérfano de opciones al fracaso "el único resultado que certificaría su acceso a los cuartos de final es una victoria", España cruzará una vez más su camino con Yugoslavia con la amenaza del despido sobre sus huesos.

Vujadin Boskov, seleccionador yugoslavo además de zorro viejo y muchas otras cosas, ha vuelto a dejar claro que en su manual el fin siempre justifica los medios y ha aprovechado las horas previas a un duelo crucial para divertirse con los miedos de España. Todas sus declaraciones "«España sólo es favorita para perder» y «Camacho nunca puede sorprenderme»" delatan una carga considerable de viveza y oficio, valores que ha recibido dedicando toda una vida al fútbol, pero olvida que este tipo de asuntos siempre se liquidan sobre el terreno de juego y que el efecto final es imprevisible. No obstante, a un tipo como Boskov es poco probable que le preocupe que el boomerang vuelva a sus manos. Su crédito se lo permite.

No es el caso de José Antonio Camacho. Sigue metido el de Cieza en el laboratorio en busca de la fórmula que proyecte a un equipo que genere algo de solvencia. Sergi personifica ahora el último experimento del seleccionador. Aranzábal ha fracasado de forma estrepitosa, aunque el entrenador ha necesitado ciento ochenta minutos para detectarlo. La aparición del lateral azulgrana en el flanco izquierdo es lo único que parece seguro. Camacho ha dejado claro que no negocia con Guardiola "aunque también lo dejó entrever con Molina" y los nombres de Valerón, Fran, Mendieta e Iván Helguera alimentan todas las especulaciones.