Miguel Luengo|EFE - PARÍS
Juan Carlos Ferrero logró su objetivo, fue capaz de derrotar a Albert Costa, incluso en tres sets, y se vengó de la derrota del pasado año en la final, para luchar de nuevo por el título en la final de Roland Garros.

Ferrero se impuso a Costa por 6-3, 7-6 (5) y 6-4 en dos horas y 44 minutos, liquidando al campeón del año anterior, algo que parecía imposible después de la tenacidad que el ilerdense había logrado durante las dos semanas.

El rival del valenciano en la final del domingo será Martin Verkerk, el «Tulipán de Leiderdorp», el primer holandés que llega a la final de París, tras derrotar al argentino Guillermo Coria por 7-6 (4), 6-4 y 7-6 (0) en dos horas y 40 minutos.

Ferrero y Verkerk se han enfrentado en una ocasión, con victoria del español, el año pasado durante el torneo de Kitzbuhel (Austria), también sobre tierra batida, por 7-5 y 6-2.

Juan Carlos lo tenía claro. Para vencer a Costa había que hacerlo en tres sets, sin dar tiempo a que el ilerdense calentase motores y se metiese en el partido como había hecho en los cinco anteriores, y para eso debía acelerar al máximo sus golpes, atinar con el servicio y sobre todo no perder la esperanza.

Y lo hizo todo bien, porque el valenciano estuvo genial en el primer set en el que dominó por 5-2 y sentenció a su favor en 49 minutos, e incluso se sobrepuso a una ventaja de Costa en el segundo (2-0) gracias a que sus piernas llegaban a todos los envíos del hasta hoy campeón. No obstante, Costa tuvo su ocasión durante el encuentro. Llegó a mandar en ese parcial por 5-3 y sacar para ganarlo pero cometió dos dobles faltas y cedió su servicio en blanco. Este regalo permitió a Ferrero acceder al desempate en el que incluso estuvo abajo 3-5 pero el valenciano ganó los siguientes cinco puntos para dominar más aún.

La cuestión era saber si el partido se encaminaba hacia su término, o como en los anteriores todo empezaría de nuevo para Costa. La solución estuvo en el séptimo juego cuando Costa resbaló en el tercer punto de ruptura que dispuso Juan Carlos, cayó rodando por el suelo y «Juanqui» logró la ventaja que sería suficiente para confirmar su victoria. Antes, Guillermo Coria había acabado el partido con su tercera doble falta. Era el signo más evidente de la impotencia que vivió contra Martin Verkerk, un gigante de 1,98 metros que se ha convertido en el primer holandés en clasificarse para la final de París.

Aunque nunca antes había jugado en Roland Garros, Verkerk ha sido capaz de alcanzar la final. Iguala así con los suecos Mats Wilander (1982) y Mikael Pernfors (1986), novatos que también lograron la última ronda, aunque por el momento sólo Wilander obtuvo el título.

Apoyado en un fenomenal servicio, con el que hoy consiguió 19 saques directos (112 en seis encuentros) y 73 puntos, Verkerk fue infinitamente superior a Coria. Más rápido que el de Santa Fe, con más autoridad en el partido, e incluso con más decisión en los momentos claves, el «Tulipán de Leiderdorp», ganó con justicia su plaza para la final. Coria, no obstante, acabó el partido por misericordia de los jueces de Roland Garros, pues en el último punto del primer set, desesperado porque no había ganado ni uno solo en el desempate, lanzó su raqueta sin querer como si fuera un «boomerang» y golpeó a un recogepelotas.

Coria debería haber sido descalificado según la regla, como le sucedió a su compatriota Mariano Zabaleta en un encuentro de dobles en Cayo Vizcaíno en 1997 o al británico Tim Henman en Wimbledon en 1997, pero su estampa, con los brazos en alto pidiendo clemencia al público y con las manos juntas suplicando perdón a los jueces, le valieron ser únicamente advertido. Para congraciarse con el público, Coria se quitó la camiseta y se la regaló al muchacho.