Un momento del encuentro disputado anoche en San Mamés. Foto: FÉLIX ORDÓÑEZ

El Mallorca se comerá los turrones en la cornisa del infierno, a las puertas de la UVI y con el manual de Cúper archivado en el fondo de algún cajón. La revolución del técnico argentino no fue capaz de transformar el protocolo de un grupo a la deriva que esparció todas sus carencias por San Mamés. El Athletic, casi por inercia, invadió el área mallorquina y se divirtió. No podía permitirse el lujo de no ganar en una noche tan agradecida y ante un rival que colocó la alfombra ante su portería. A pesar de todo, el Mallorca tuvo suerte. El grupo de Valverde ejerció la virtud de la caridad y se apiadó de su visitante más cómodo. El equipo isleño, tras encajar dos goles en los diez primeros minutos, rezó para que el calvario acabara lo mas rápidamente posible. Al final, sólo se llevó cuatro (4-0).

El Mallorca amaneció con los peores síntomas de los últimos partidos. Salió blando y sin sangre. La apuesta de Cúper, que volteó medio equipo titular, reabrió las grietas de un simulacro de grupo. El Athletic de Bilbao es todo lo contrario. Reúne la mezcla de actitud y calidad, de peones y arquitectos, que reclama Héctor Cúper. Presionó con orden, ocupó las bandas con sentido y siempre en superioridad numérica gracias al buen trabajo de laterales y volantes. Iraola y Exteberria se divirtieron con Poli, mientras Arango, unos kilómetros por detrás, miraba el sufrimiento de su compañero. En la otra orilla, Del Horno y Ezquerro marearon a Cortés y Campano. No necesitó el grupo de Valverde amasar demasiado el balón para crear peligro. Abrió el cajón, cogió el manual del fútbol y lo aplicó. Así de simple.

Con los aficionados más rezagando tomando posiciones, el Athletic abrió la lata. Iraola, qué partido el suyo, se infiltró hasta la línea de fondo y soltó un centro preciso y jugoso que Yeste rentabilizó con un poderoso salto y un cabezazo ganador (min. 5). El gol golpeó en la línea de flotación del Mallorca. En sólo cinco minutos, Cúper ya podía tirar sus notas y reescribir el guión del partido que había entregado en el vestuario. La torrija inicial se prolongó unos minutos más. Se palpaba en el ambiente que los vascos sentenciarían cuando quisieran. Como así fue. De nuevo el Athletic aprovechó el agujero negro de la banda izquierda balear para hurgar en la herida. Yeste resbaló en el saque de una falta lateral, el balón voló hasta el segundo palo, donde Ezquerro destapó las carencias de Marcos Martín para clavar el puñal en el corazón de la herida con un toque a quemarropa (min. 9). San Mamés se frotó las manos. Pocas veces habrá disfrutado de un partido tan cómodo.