Un grupo de aficionados anima a la selección española anoche en el ONO Estadi. Foto: MIQUEL ANGEL CAÑELLAS

Bajo el diluvio universal, España descargó más fútbol que puntería. Vivió en terreno enemigo durante todo el partido, convirtió la cita en un monólogo y a un desconocido Arason, el portero islandés, en el héroe de la noche. La selección desplegó su mejor versión, encerró a un rival de medio pelo y se asomó a la superficie. Con ocasiones desde todos los ángulos y más de una veintena de disparos a puerta, el triunfo nació en un regalo de Villa al que Iniesta le echó el lazo a diez minutos para el final.

La victoria sirve para acercarse a la segunda plaza, acallar a los agoreros y para dejar claro que este equipo tiene más talento del que muestra la clasificación de la Eurocopa (1-0). A los dos minutos, Ramos y Capdevila ya se habían acercado a las trincheras enemigas. Toda una declaración de intenciones. El grupo de Luis aprobó el examen con nota, aunque su intento por monopolizar control y balón se estrelló en la muralla que edificó Sverrisson en las narices de Arason. El portero hizo el partido de su vida. Por arriba y por abajo, sus guantes taponaron la docena larga de oportunidades que amasó el combinado nacional.

Todo el partido fue un carrusel de ocasiones. España tumbó el campo desde la primera jugada y el duelo se convirtió en un acoso y derribo. Agazapada atrás, con todos los jugadores colgados del larguero, Islandia lo rifó todo a la inspiración de su portero. En España, Xavi repartió las cartas con criterio. A pesar de que el estado del césped no estaba para filigranas -aunque el drenaje del ONO Estadi aguantó el chaparrón- el azulgrana puso en marcha a sus compañeros.