Las gradas de Can Misses tuvieron ayer un color especial: el rojo. La SE Eivissa decidió regalar una camiseta así, en la que se mostraba el mensaje «somos la afición», a todos los que se pintaran en la cara una bandera con los colores del equipo (rojo y blanco) en la puerta de acceso al campo.

Las pinturas de guerra acabaron quedándose en la grada. Y eso lo acusó el equipo, que quizá debió tomar buena nota y habérselas puesto también, porque no batalló como en otros encuentros, ofreciendo una imagen impropia de un aspirante al play off por el ascenso, como impropia fue la de Pepe Bordalás. El entrenador del Alcoyano se encaró en la segunda parte con Marcelo, ese popular seguidor del cuadro de Luis Elcacho que se encarga de arengar al público con su bombo.

El míster visitante adujo en la rueda de prensa que «me ha escupido y eso es una falta de respeto muy grande», pero la verdad es que se envalentonó tras hartarse de tanto pum, pum, pum. El comportamiento del técnico le costó el lanzamiento de alguna que otra bebida, lo cual también es impropio de una afición ejemplar como la ibicenca. La guerra se libró en el lugar equivocado: la grada en vez del césped.