Joan Sabaté, en el Parc de la Pau, en Vila. | Tomás Sánchez

Por Joan Sabaté quizá no le conozcan mucho, pero por el Maradona de las Ramblas, sí. Este recordman se ganó un nombre en la Ciudad Condal con sus espectáculos en tan emblemática zona, los mismos que le llevaron a batir en su día dos registros mundiales de toques de balón sentado: el de la hora, con 1.847 toquecitos, y el de resistencia, con 16.000. Lo que quizá no saben es que su historia comenzó a forjarse en Eivissa, donde ha pasado el fin de semana de vacaciones.

«Yo jugué en el Ibiza en la época dorada, en la temporada 1965-66. El Ibiza tenía un equipo de profesionales, muy bueno, y era el que mejor pagaba de Tercera entonces. La mayoría eran valencianos y catalanes. En aquella época salían muy pocos jugadores aquí. Vine al campamento en Mallorca y me trasladaron aquí. Rápidamente, me captaron y me dediqué a jugar al fútbol. Nos rebajaron de todos los servicios. Entrenábamos de 11.00 a 13.00 horas cada día. Fue una temporada muy buena», recuerda.

Pudo haber seguido en las Pitiüses, pero rechazó la oferta de renovación: «Cuando terminé con el Ibiza, me dijeron de renovar, pero tenía ganas de volver a Barcelona. Llegué con 23 años y una carta del Ibiza de buena conducta». Su vida giró por completo. Decidió pasar de futbolista a peón metalúrgico, trabajo que adquirió a cambio de jugar en el equipo de aficionados de la empresa.

Con los años, la crisis le condujo al paro y fue cuando la figura del Maradona de las Ramblas comenzó a forjarse gracias a una curiosa historia que vivió en la isla: «Me acordé de una frase que me dijo el entrenador del Ibiza, que es una anécdota que cuento siempre. En el primer entrenamiento me presenté temprano, a las 10.00 horas. Le pedí al de material una pelota. Me fui al medio del campo y empecé a dar toques. Los jugadores iban saliendo, se acercaban y se quedaban parados mirándome. Se formó un corro. Yo no me daba cuenta. Con la pelota era feliz. Salió el entrenador con el pito y dijo ‘vamos a entrenar’, pero nadie le hacía caso. Me vio y se quedó mirando. Cuando me di cuenta, se me acercó, me puso la mano en el hombro y dijo ‘chaval, nunca he visto nada igual. Si algún día te encuentras sin curro, te vas a Las Ramblas, pones el platillo y te garantizo que te ganas el día’».

A raíz de eso se forjó toda una leyenda que le llevó a batir dos récords a mediados de los 90: «Batí el de la hora sentado, 1.847 toques en una hora clavada. En resistencia hice 16.000. Pude hacer más, pero me dijeron un número redondo y ya no podía más».

En el Ibiza se gestó, por tanto, la historia de este hombre de 73 años que se encontró con una sorpresa en su intento por visitar la sede del club: «Lo primero que hice cuando bajé el otro día es ir a ver la sede del club en Juan de Austria número 10. Fui y había una floristería. Además, he preguntado y ya no sé dónde está el club. He leído que está la Unión Deportiva Ibiza y el Club Deportivo Ibiza. Antes sólo estaba el Ibiza y los demás eran aficionados». Cómo cambia el tiempo.