Héctor ‘Coco’ Rodríguez, posando en el tatami del polideportivo de Can Burgos. | Moisés Copa

«El judo es un deporte de artes marciales que significa mucho. El judo necesita disciplina y rigor de entrenamiento. Yo mismo empecé a los 13 años. Participé en unos juegos escolares con 15 años y, a partir de ahí y hasta la fecha que me jubilé, el judo activo lo ha sido todo para mí. Infinidad de competiciones, participé en tres Juegos Olímpicos, Juegos Iberoamericanos, Juegos Panamericanos, competiciones por Europa; y todo con bastantes buenos resultados. El judo para mí significa eso». Son palabras de una leyenda como es el cubano Héctor ‘Coco’ Rodríguez Torres.

Coco, apodo que le puso su abuela cuando era un bebé, tocó el cielo en los Juegos Olímpicos de Montreal 1976. Allí, en Canadá, en la categoría de menos de 63 kilogramos, se convirtió en el primer judoca iberoamericano en proclamarse campeón olímpico. Con humildad, pero también con cierto orgullo, señala: «Fui el primer judoca americano en conseguir una medalla de oro olímpica y para mí eso fue un orgullo tremendo. Y voy a contar más, fui el primer judoca de raza negra en conseguirlo. Ahora hay más, están los franceses, pero yo fui el primero». Unos logros y romper unas barreras que le han llevado a formar parte del salón de la fama del judo.

El cubano reconoce que el día que se colgó el oro cambió todo para él: «Me cambió la vida totalmente. Por eso estoy hoy aquí, por esa medalla de oro». Ese triunfo le convirtió en héroe nacional. El propio Fidel Castro fue a recibirlo al aeropuerto en su regreso a Cuba. «Antes de la final recibí una llamada de Fidel. Siempre que alguien tenía opciones de medalla, llamaba. Te estimulaba mucho y cuando llegamos a Cuba nos recibió y yo me sentía muy orgulloso de eso», recuerda.

Luego, con el paso de los años y ya como técnico en la selección cubana, le llegó la posibilidad de venir a España. «Fuimos al Campeonato del Mundo de París 1997 y después vinimos al Iberoamericano que se celebró en San Sebastián y ahí conocí a Alejandro Blanco, que por aquel entonces era el presidente de la Federación de Judo. Hicimos contacto y me ofreció la posibilidad de venir a trabajar y por eso estoy aquí en España», explica para añadir: «Yo salí de Cuba por un contrato de trabajo, no tenía ningún problema. A ellos les convenía porque una parte importante de mi salario iba para el país. Luego, estando en España, un día decidí cortar con Cuba y no me fue fácil. Hoy, gracias a Dios, tengo aquí a mi familia, gracias al judo y al trabajo que realicé».

Coco, con los alumnos de la primera de las clases magistrales.
Foto: Moisés Copa.

Ahora está jubilado, pero pasó 20 años en el Centro de Alto Rendimiento de Madrid, donde coincidió y fue uno de los maestros de Víctor Canseco y Sandra Ibáñez, los mejores judocas que han salido de Ibiza.

El recuerdo de Teo Blázquez

También durante todos estos años en España logró una gran sintonía con el fallecido Teo Blázquez, del que lamentó mucho su pérdida: «Yo tenía un vínculo con él muy grande. Para mí no era un amigo, era un hermano. Lo conocí hace muchísimos años e íbamos siempre al entrenamiento que se hacía en Andorra. Tengo muchos recuerdos con él. Sentí muchísimo su fallecimiento, para mí se fue un hermano, un amigo, un judoca enorme».

Su visita a la isla contribuye también a engrandecer ese legado. En el polideportivo de Can Burgos es el gran protagonista de un evento llamado ‘Old School’ que se conforma de tres jornadas a lo largo del fin de semana. Eso sí, Coco tiene claro que sólo hay un camino para el éxito y así se lo va a decir a los alumnos. «Tienen que tener claro que si quieren llegar a ser grandes deportistas y llegar a un nivel superior tienen que tener mucho sacrificio. Todos quieren estar en unos Juegos o en un Mundial, pero para eso hay que sacrificarse muchísimo en todos los aspectos, tanto en el estudio como en el entrenamiento. Sacrificio y constancia», sentencia.