Pablo Urdangarin.

No han sido años fáciles para Pablo Urdangarin, al que la experiencia le ha enseñado a ignorar lo que ocurre a su alrededor cuando está sobre la pista. Superado ese periodo convulso —marcado por el polémico divorcio de sus padres, Iñaki Urdangarin y la infanta Cristina—, el joven de 22 años inicia una nueva etapa como jugador de balonmano profesional en el BM Granollers tras dejar el Barça.

«Me encuentro bien, aunque estos últimos años han sido algo difíciles por los medios», ha confesado en una entrevista en Mundo Deportivo, en la que ha dejado claro que «sé lo que nos queremos todos [en su familia], así que todo lo que digan desde fuera no me afecta mucho». Además, ha destacado: «Me han educado a ser uno más, a no creerme nadie porque en esta vida todos somos iguales», explica sobre el peso de pertenecer a la familia real.

En este sentido, Urdangarin se considera «una persona medianamente normal» que cree que «cae bien» a la gente, «que es lo que más me importa». Es consciente, eso sí, de sus apellidos, aunque ha aprendido a gestionarlo: «Yo voy a lo mío, sé los nombres que tengo, pero intento que no me pongan de un lado ni de otro».

«Vengo a jugar a balonmano y pasármelo bien», ha señalado, ya que «me considero un jugador normal y eso me ayuda mucho a pensar que soy uno más en el equipo». Tampoco le preocupa el 'qué dirán' por su familia. «Lo tengo aceptado y no creo que pueda afectarme mucho más», sentencia, porque «sé que soy uno más, que vengo a ayudar como un jugador más y no como cualquier otra persona».

Su gran referente en el balonmano, confiesa, es su padre, una leyenda del deporte —medallista olímpico y ganador de seis Champions con el Barça—, y también la persona que le ha dado un consejo que nunca olvida: «Disfrutar, tener actitud ganadora y ser humilde».

«Esas tres cosas son las que más me han ayudado porque no es fácil mentalmente para un jugador estar en esta situación», reconoce, por eso cree que «mantener la cabeza baja, seguir trabajando, ser humilde y tener actitud es lo más importante». «Puedes ser muy bueno, pero si no tienes la cabeza para jugar pierdes los papeles y eso no puede acabar muy bien», explica. De ahí, la importancia de «tener la mente bien» para «saber cómo jugar, mantener la calma, fallar y no preocuparte».

Todo eso deberá aplicarlo en el Granollers. A la disciplina del club barcelonés llega siendo mejor jugador, habiendo progresado mucho en, «sobre todo, la defensa y el lanzamiento», así como «en mi forma de lanzar, mi técnica», pero especialmente para seguir creciendo como deportista.

«Sabía que aquí había un proyecto muy bueno y que el entrenador era muy bueno, que es algo que yo buscaba para poder mejorar como jugador», explica sobre las razones que le llevaron a aceptar la oferta del conjunto catalán. Allí, «las expectativas son altas mirando la temporada pasada, pero yo no me quiero poner objetivos», afirma, aunque piensa que «va a ser una temporada muy buena para nosotros».

Allí también espera tener la suerte de cumplir sus sueños: «Jugar con la selección, jugar en los Juegos Olímpicos, ganar una medalla, ahora hacer muchas cosas con el Granollers, ojalá volver a una Final Four», enumera, aunque «no me gusta ponerme límites». Por eso, su filosofía es «mirar los pasos que tienes cerca, no los largos».

«Cualquier deportista sueña con ir a los Juegos Olímpicos, ganar alguna medalla con tu país y tu gente y, quién sabe, ganar una Champions», continúa. «Yo sé lo que soy capaz de hacer y espero poco a poco ir cumpliendo y tachando sueños de la lista», desea para su carrera.