Seguramente ustedes recordarán la fábula del pastor mentiroso, aquel que se acercaba a sus convecinos gritando: ¡Que viene el lobo, que viene el lobo!

Reconozco que a veces he pensado si nuestros conciudadanos, ustedes, no pensarían que desde la Asociación de Promotores Inmobiliarios de Baleares, no habíamos asumido el papel de pastor al que se refería Esopo.

Ahora, ya saben ustedes que no. El problema de la vivienda digna y asequible en Balears nos ha golpeado, nos ha pasado por encima y va acompañarnos, cuanto menos, otros seis u ocho años, si no hay un cambio regulatorio y de política de suelo y vivienda que ya llega cinco años tarde.

Este problema que se vino gestando desde el año 2008 no encontró campeón que lo quisiera afrontar. No se tomaron precauciones, no se corrigió el rumbo, no se adoptaron medidas y despuntando el año 2016, ya se hizo evidente para los políticos, empresarios, profesionales y público interesado en la actualidad en general, que el problema de la vivienda no era algo que llegaría a futuro, sino que ya estaba aquí.

Varias señales dieron la alarma entre 2016 y 2017, un calentamiento del mercado de viviendas de segunda mano, alcanzando precios que parecían imposibles. Inacción.
Incrementos en el precio medio de compra de la vivienda, que en 2016 inició una subida de forma consistente y sostenida hasta el día de hoy. Combinado con la señal anterior, todo el sector profesional y empresarial clamó en el desierto. Esto empezaba a verse como un mal síntoma. Dos señales. Inacción.

La tercera señal, la que acabó por confirmar todas las sospechas, el índice de esfuerzo inmobiliario en Baleares para comprar una vivienda, es decir, los años de salario que deben invertirse para adquirir una vivienda, eran en nuestra comunidad el doble que en las comunidades de Madrid y Catalunya, tres veces más que en muchas zonas del resto de España. La combinación de salarios bajos e incremento de precios tuvo su momento más álgido entre los años 2018 y 2020.

Y así llegamos a la pandemia, momento en el que el mercado inmobiliario, se toma un respiro de forma obligada. La pregunta era cómo saldremos de la pandemia. El camino que nos marcaban las señales no auguraba nada bueno, pero quizá la pandemia era una oportunidad para provocar un cambio. Quizá era el momento de replantearnos muchos puntos base de nuestro mercado y políticas públicas. Lamentablemente fue un espejismo.
De forma inexplicable, cuando veíamos todas las señales, cuando teníamos toda la información, cuando pudimos cambiar el curso del problema, no para evitarlo, pero si para poner los cimientos de unas medidas que paliaran el problema y marcaran un nuevo rumbo, en ese momento, las decisiones políticas tomadas en Balears acabaron por finiquitar cualquier posibilidad de mejora. De la inacción pasamos a lo que muchos denominaron la gentrificación por Decreto-Ley.

Desclasificaciones, paralizaciones de iniciativas en suelo urbanizable, cambios normativos, colapso en las tramitaciones y ninguna decisión de colaboración pública-privada que permitiera al menos un diálogo sereno y serio sobre las consecuencias del futuro. Desde el Decreto-Ley 3/2020, pasando por el Decreto 9/2020, sucesivas normativas, bajo el paraguas de la supuesta protección del territorio han supuesto la paralización de cualquier posibilidad de obtener suelo para vivienda digna y asequible a un precio de repercusión razonable. Todos queremos proteger las islas, es el territorio en el que vivimos, deben adoptarse medidas racionales, debemos preservar el medio ambiente y ser sostenibles, pero también debemos asegurarnos que nuestra política de territorio y urbanismo no está teñida de una “ideologización” de poca base, apuntada al mundo de las redes sociales, el aplauso fácil, el discurso vacío y la búsqueda del titular fácil cerca de las elecciones.
Ahora mismo, la combinación de cinco normativas diferentes, emanadas tanto del Govern balear, el Consell Insular y varios ayuntamientos nos llevan a garantizar que al menos, en los próximos cuatro años no se va a llevar a cabo desde el punto de vista político, ni una sola actuación de relevancia que se dirija a solucionar el problema de la vivienda. Ojalá nos equivoquemos. Lo sentimos, el lobo ya está entre nosotros.l