Hortus conclusus.

Hortus conclusus, que en latín significa huerto cerrado o jardín privado, se estudia en la asignatura Historia de la jardinería de la Facultad de Ingeniería Agrícola, especialidad Hortofruticultura y Jardinería. Desde siempre me llamó la atención porque eran huertos cerrados, típicos de la Edad Media, asociados a monasterios y conventos.

En la mente del hombre medieval, el jardín, más que una realidad tangible, es un lugar imaginario en el que se subliman el pensamiento y la espiritualidad de la Edad Media. Un espacio celoso y protegido, un lugar encantado donde la primavera vive y se renueva eternamente. En él el jardín es una tierra amigable en la que el hombre, con su ingenio y su trabajo, dibuja y reinventa una naturaleza perfecta, en un vano intento de regresar al paraíso edénico perdido.

Así es como aparece el jardín en las descripciones literarias y la iconografía de la época: siempre protegido por un muro alto, separado por él del mundo externo, sacralizado por un borde infranqueable, mientras que fuera permanece el mundo físico y tangible. Así en el jardín, reinará el orden, el control y lo divino, que actúa y se materializa a manos del hombre. Es, por tanto, un espacio de recogimiento, contemplativo. Un lugar dónde abstraerse, meditar, pasear, sentarse y disfrutar de las flores y las plantas.

De hecho, según el tipo de plantas y la dedicación del espacio ajardinado se podía hablar de Hortus Contemplationis, el jardín de claustro de los monasterios; Hortus Ludi, un jardín de esparcimiento; y Hortus Catalogi, donde se incluyen los denominados hortus medicus u hortus academicus, a modo de jardines botánicos, para el cultivo de diferentes plantas, entre ellas las de valores curativos para la práctica de la medicina.

Se ha sustituido la autosuficiencia por un sistema lineal de gran dependencia externa”

Ahora, más de 20 años después de conocer de forma teórica este concepto de huerto, miro a mi alrededor e identifico una serie de hortus conclusus en Ibiza. Lo que el eslogan de los años 80 decía: “Ibiza, un jardín en el mar”, para describir aún una isla con un entorno natural y rural de gran valor ha evolucionado al contrario históricamente hablando desde el punto de vista conceptual, hasta los hortus conclusus. Una involución donde, la existencia de estas “capsulas de conocimiento” son y serán nuestras herramientas olvidadas para la adaptación a los nuevos tiempos. Sin ser conscientes ni quererlo reconocer, hemos dado la espalda a todo ese conocimiento ancestral.

Una muestra de ello nos lo mostró la borrasca Gloria, dejando titulares y textos que hablaban a partir del tercer día de puertos cerrados por “desabastecimiento de frutas y verduras en los estantes de supermercados en las Baleares. Principalmente de grandes cadenas cómo Mercadona, Lidl y Aldi, por no estar centralizados en Baleares y no ofrecer mucho, sin especificar cantidad, producto local”. Pero tras ese producto local también se esconden cifras de dependencia externa en temas como abonos, semillas y planteles, fitosanitarios, plásticos de uso agrícola, piensos, animales de cría…. Por tanto, la vulnerabilidad de nuestra isla hoy día, es mucho mayor de lo que parece. Se ha sustituido el sistema circular, de la autosuficiencia, por un sistema lineal de gran dependencia externa.