Elmyr de Hory intentó ganarse la vida como pintor de retratos y paisajes en el París de las vanguardias históricas, en la primera mitad del siglo XX, y acabó como el falsificador más famoso y uno de los mejores. Sus falsos cuadros de los cubistas e impresionistas franceses se colgaron en muchos museos del mundo, pero él no ha pasado a la historia como un gran artista, aunque firmó algunos de los lienzos en los que imitaba a los vanguardistas, sino como un personaje célebre al que le gustaba ser reconocido.

Parece que su carrera de falsificador comenzó en París cuando una amiga suya, lady Malcom Campbell, visitó su estudio y confundió un dibujo de De Hory con un Picasso. Aunque no estaba firmado por el pintor malagueño, se lo compró aduciendo que era conocedora de la obra del autor de El Guernica y que había «un montón de dibujos de su periodo griego que no firmó».

Lo cuenta Dolores Durán, quien comisarió una exposición sobre De Hory en el Círculo de Bellas Artes de Madrid en 2013. Durán señala que «el plagio se ha considerado una forma de cultura y ha dado lugar a amplios y complejos debates sobre la inspiración, la creación, la apropiación o la autenticidad» y recuerda que el mundo del arte no es ajeno «al interés crematístico». La comisaria cuenta que, al final de su vida, hasta el propio Elmyr fue copiado. «De los cuadros para la exposición de Madrid tuve que retirar algunos porque eran falsos De Hory».

El falsificador se justificaba asegurando que no hacía copias, que pintaba ‘a la manera de’...Picasso, Braque, Matisse, Modigliani, Dufy, Chagall y una larga lista. «Yo no copio, interpreto a otros pintores y eso no es nada nuevo en la historia del arte».

Estos días, Es Baluard expone una obra cubista firmada por De Hory. Nekane Aramburu, directora del museo, confiesa que le parece «un personaje fascinante porque la suya es una actitud precursora, refleja el debate sobre lo real y la copia». Por su parte, el empresario y coleccionista ibicenco Josep Rosselló tiene cuadros de Elmyr que se expusieron en 2012 en la galería Vanrell, obras que «disfruto», afirmó. Del pintor, de quien destacó que es testimonio de una época de Eivissa, señaló que «tenía una facilidad increíble para imitar estilos». Sobre lo falso o la auténtico en el arte reflexionó: «Es el público quien autentifica un cuadro» y «depende siempre del lugar en el que se expone».