Un pasillo del Instituto Balear para la Salud Mental de la Infancia y la Adolescencia, en Son Espases. | Emilio Queirolo

Más urgencias y más ingresos. Eso es lo que se han encontrado los profesionales del Instituto Balear para la Salud Mental de la Infancia y la Adolescencia (IBSMIA) en el último año y medio. El confinamiento, la restricciones sociales y el miedo a la pandemia han terminado haciendo mella en la salud mental de toda la población, pero sobre todo en la de los más jóvenes. El número de hospitalizaciones en el área de psiquiatría infantil del hospital Son Espases ha pasado de 189 casos en 2020 hasta los 288 el año pasado, lo que supone un aumento del 51 por ciento.

Esto ha provocado la saturación puntual del servicio de psiquiatría infantil que cuenta con nueve camas fijas y la posibilidad de sumar otras dos en Son Espases, que siempre están ocupadas. «Sabíamos que iban a aumentar los casos, pero no hasta este punto. En otras ocasiones hemos tenido que ingresar a pacientes en otras unidades del centro hospitalario, pero nos hemos dado cuenta de que ya no es algo transitorio. El nivel de ingresos y de consultas que nos derivan no es normal. Las camas no son suficientes», advierte Isabel Flórez, directora del Instituto Balear para la Salud Mental de la Infancia y la Adolescencia.

Según datos del IBSMIA, en el último año han aumentado hasta un 35 por ciento las urgencias relacionadas con riesgo de conducta autolítica y un 10% los problemas relacionados con la trastornos de conducta alimentaria, los problemas de conducta y los casos relacionados con la ansiedad u otros tipo. En el servicio se han sorprendido la sintomatología, que complica los casos: «Nos encontramos con cuadros de ansiedad a los que se suman autolesiones y un bajo estado de ánimo del paciente, explica Isabel Flórez.

¿Por qué sucede esto? Flórez enumera toda una serie de parámetros para entender esta nueva ola de la pandemia, que afecta a la salud mental y de manera directa a los más jóvenes. «Los chavales están más metidos en las redes sociales y se comunican menos con sus amigos de forma directa. También detectamos que están más replegados en sí mismos y que su estado de ánimo es bajo. Si a esto le sumas la incertidumbre por la pandemia y el futuro y la poca tolerancia de las nuevas generaciones a la frustración, da como resultado que nuestros chicos están tristes. Es una realidad. Pero no es malo, a veces el malestar es bueno, porque te obliga a pedir ayuda», apostilla la directora del IBSMIA.

Para muestra, un botón. Cuatro casos esta misma semana: la Policía Nacional han conseguido salvar la vida de un menor, de tan sólo 14 años, que se había encaramado a la cornisa de un colegio de Palma con intención de quitarse la vida voluntariamente; otra estudiante de 18 años ha sido ingresada en Son Espases después de que una profesora descubriera que se había encerrado en el baño para autolesionarse con la cuchilla de un sacapuntas y producirse cortes en los antebrazos; mientras que un estudiante ingirió pastillas en su centro escolar sin conocerse todavía el motivo; y otro trató de quitarse la vida en su habitación tras una discusión familiar.

El área de psiquiatría infantil de Son Espases, al borde de la saturación
Isabel Flórez (segunda por la derecha), con parte del equipo del IBSMIA, el Instituto Balear para la Salud Mental de la Infancia y la Adolescencia.

AUMENTO DE LAS TCA

Pero lo que más preocupa a los integrantes del servicio es que los ingresos relacionados con los problemas de alimentación se han duplicado de un año para otro: de 44 hospitalizaciones en 2020 a 85 en 2021. Según datos de 2019, alrededor de 400.000 personas en nuestro país padecen este tipo de trastornos. La mayoría de los afectados (el 94%) son mujeres de 12 a 36 años, aunque no dejan de aumentar los casos entre varones y en menores de 12 años. Lo confirman los responsables de la unidad especializada en este tipo de enfermedades de Son Espases: llegan casos cada vez graves, que requieren de ingreso inmediato. En cuanto al perfil, se ha detectado un aumento de TCA entre chicos adolescentes y niñas cada vez más pequeñas, con edades comprendidas entre los 9 y los 10 años.

La presión social respecto al físico y los cánones estéticos es cada vez mayor y la alta exposición pública a la que nos dejamos someter por las redes sociales no es, ni mucho menos, un buen aliado. Y menos para una generación de jóvenes para la que los 'me gusta' se han convertido al mismo tiempo en una dictadura y en auténticos parámetros de aceptación social. El confinamiento y las restricciones sociales no han hecho más que agravar esta dependencia del 'like'.

En este sentido, el IBSMIA, que cuenta con 14 psiquiatras y 13 psicólogos, está estudiando diferentes proyectos para dar respuesta al aumento de la demanda de ayuda. Por ejemplo, sobre la mesa está la creación de un equipo de hospitalización domiciliaria infanto-juvenil, similar al que ya existe en Son Espases para adultos.

Cuatro casos en una semana han encendido todas las alarmas

La Policía Nacional ha conseguido salvar la vida de un menor de 14 años que se había encaramado a una cornisa de un colegio de palma con la intención de quitarse la vida. Además, otra estudiante de 18 años ha sido ingresada tras encerrarse en el baño de su escuela para autolesionarse. Otro menor ingirió pastillas en su instituto sin motivo conocido y otros más trató de quitarse la vida tras una discusión familiar. Son cuatro casos de problemas de salud mental de menores que se han conocido en apenas una semana y que han hecho saltar todas las alarmas por la recurrencia de los patrones asociados: jóvenes con problemas.