El recinto amurallado de Dalt Vila, la necrópolis del Puig des Molins, el yacimiento de sa Caleta y las praderas de Posidonia no han viajado solas hacia la lista del Patrimonio Mundial, cuyas últimas inclusiones fueron decididas por la Unesco la pasada semana en Marraquech.

La presencia española en la ciudad marroquí se completaba con la candidatura de la localidad tinerfeña de San Cristóbal de la Laguna, la propuesta de ampliación del Monte Perdido, Patrimonio Mundial compartido por Francia y España, y la evaluación en el Bureau del Patrimonio Mundial del proyecto de El Palmeral de Elche.

El Palmeral será presentado, posiblemente, en la vigesimocuarta sesión del Comité, que se celebrará dentro de un año en una ciudad aún por determinar. Por lo que respecta al Monte Perdido, la Unesco aceptó la ampliación de los bienes que ya fueron incluidos en la lista en 1997.

Pero San Cristóbal de la Laguna logró su inclusión en la lista, al igual que Eivissa, aunque se presentó en la lista de bienes culturales (Eivissa lo hizo en la categoría de bienes mixtos). El Comité de la Unesco aceptó la inclusión de La Laguna (como se conoce a la localidad popularmente) basándose en sus criterios (ii) y (iv), en los que el organismo internacional destaca el intercambio de valores humanos durante un determinado periodo o en un área cultural específica, en el desarrollo de la arquitectura o la planificación urbana y por ser ejemplo de conjunto arquitectónico.

San Cristóbal de la laguna fue la primera ciudad colonial española no fortificada y su estructuración urbanística sirvió de modelo para las colonias americanas de la Corona española. En este aspecto, La Laguna guarda ciertas similitudes con las murallas renacentistas de Dalt Vila, que también fueron utilizadas como prototipo de las construcciones defensivas del otro lado del Atlántico.