La púrpura, un tinte obtenido a partir de ciertos moluscos, tuvo en la antigüedad un valor similar al del oro, la plata y el estaño y su descubrimiento se atribuía al dios Melqart, quien lo encontró por azar. Este fue el embrión de la tercera conferencia de las XVJornades d'Arqueologia Fenício Púnica, que se celebran durante esta semana en la Extensió Universitària, organizadas por el Museu Arqueològic.

La doctora en Historia Antigua y profesora de esta asignatura en la UNED, Pilar Fernández Uriel, fue la encargada de ofrecer esta charla ante un concurrido salón de actos de la Extensió. Según Fernández Uriel, el «sorprendente colorido y la costosa elaboración» de la púrpura favoreció el que fuera considerada como «materia suntuaria, digna de reyes y de dioses».

No quedan muchos rastros de los procedimientos técnicos usados antiguamente para la obtención del tinte a partir del líquido que segregaban estos moluscos (los múrices) al morir. Pero sí se sabe que la demanda de la púrpura obligó a buscar estas criaturas en los lugares más recónditos del Mediterráneo y del Atlántico. Esta misma expansión comercial forzó el establecimiento de posibles talleres de fabricación a lo largo de todo el Mediterráneo.

La riqueza generada por este comercio supuso un «notable impulso» a la expansión de la púrpura como fuente de ingresos. De hecho, según la conferenciante, la gran mayoría de centros productores se mantuvieron activos hasta el final del Imperio Romano. «La púrpura fue más que un tinte -asegura Fernández Uriel». Fue y es sinónimo de poder, de suntuosidad, de belleza y de realeza». Aún quedan muchos interrogantes sobre el origen de su producción, su tratamiento, el valor simbólico que ostentaba y otras cuestiones, sobre los que historiadores y arqueólogos continúan sus investigaciones.