Con entereza y dolor, Marina Castaño, viuda de Cela, besa el féretro antes de que fuera llevado al cementerio. Foto: EFE.

Cientos de personas dieron ayer el último adiós al escritor y premio Nobel de literatura Camilo José Cela en su aldea natal de Iria Flavia, en la localidad coruñesa de Padrón, donde el escritor cumplió el último deseo de descansar para siempre bajo un olivo y junto a sus antepasados. El féretro de este maestro de las letras fue acompañado desde la casa principal de los Canónigos, sede la fundación Cela, donde se instaló la capilla ardiente, por numerosas autoridades de Galicia, así como por el vicepresidente del Gobierno, Mariano Rajoy y los ministros de Fomento, Alvarez Cascos; de Cultura, Pilar del Castillo, y Defensa, Federico Trillo.

Formaron parte de la comitiva la viuda del escritor, Marina Castaño, su hijo, Camilo Cela Conde, junto con numerosos vecinos de la villa. El féretro fue acompañado hasta la colegiata de Santa María de Iria, donde se celebró el funeral, por la Real banda de gaitas de Ourense y un grupo de niños que portaban las coronas de flores enviadas en honor del escritor. La misa fue concelebrada por el padre Xosé Isorna, en representación del Arzobispado de Santiago, y por los párrocos de Padrón e Iria Flavia.

Durante el funeral, el padre Isorna transmitió un mensaje de «consuelo, paz y esperanza» para los que lloran la muerte «de esta gloria indiscutible de nuestra literatura hispana y gallega». Isorna aseguró que Cela era vecino «de todo el universo, porque su nombre y su fama trascendían las fronteras de los cinco continentes». El blasón del Marqués de Iria Flavia con el lema del escritor, «el que resiste gana», fue ampliamente comentado por el sacerdote, que recordó el carácter «luchador» del novelista, que recibió «el don de la palabra» y que se convirtió en «gloria de la historia».

Marina Castaño, que mostró entereza durante las honras fúnebres y estuvo acompañada de su hija, señaló antes del entierro que, más que se recuerde a su marido, quisiera «que se le conociera, porque fue un gran desconocido y nadie sabe su dimensión y su calidad humana», al tiempo que se refirió a su calidad literaria al señalar: «después de Quevedo, Cela». Los restos del escritor descansan ya en el cementerio de Adina, donde una lápida sin epitafio recoge el nombre del escritor, junto con la fecha de su nacimiento y muerte (1916-2002). Durante el entierro, un grupo de vecinos gritó «Viva Iria Flavia», una de las últimas frases que, según sus allegados, pronunció el Nobel antes de fallecer.

Del mundo de la cultura asistieron los escritores Fernando Arrabal, Jon Juaristi, director del Instituto Cervantes; el director de la Biblioteca Nacional, Luis Racionero; el secretario de Estado de Cultura, Luis Alberto de Cuenca, el presidente del Consello da Cultura Galega, Carlos Casares, o el rector de la Universidad de Santiago, Darío Villanueva, entre otros. La Xunta de Galicia decretó ayer tres días de luto, así como la localidad de Padrón, junto a Iria Flavia.

A la defensiva
La viuda de Camilo José Cela manifestó ayer en Iria Flavia, al ser preguntada por el carácter de su marido, que «él tenía que estar un poco a la defensiva, porque se le atacó mucho injustamente». Marina Castaño dijo que Cela le enseñó a «ser tolerante, ponerme en el lugar del otro. Me enseñó lo que era la felicidad. Era la mejor persona del planeta Tierra».