Una figurante hace malabarismos en la cuesta del Ayuntamiento de Vila. Foto: IRENE G. RUIZ

S. P.

Entre paraguas y gafas de sol concluía ayer la edición de este año de Eivissa Medieval. Como si se tratara de mareas, mientras que en los ratos de sol las calles de Dalt Vila quedaban abarrotadas, a la primera señal de lluvia el público desaparecía.

Todos a excepción de grupos de turistas de los países del norte de Europa, más acostumbrados a convivir con la inestabilidad atmosférica y deseosos de disfrutar del original ambiente que recrea este festival.

Fuentes de la organización del evento lamentaron que el tiempo hubiera deslucido la celebración «cuando se notaba que la gente tenía ganas de Eivissa Medieval».

El astro rey permitió que tuviera lugar el espectáculo Drakonium, uno de los más esperados, si bien la duda quedaba sobre si se podría celebrar la última representación del Callejón del Pánico o tendría que suspenderse por la lluvia.

A pesar de todos los contratiempos, la afluencia fue masiva en los momentos en que se abrían claros en el cielo pero las mismas fuentes reconocieron que es imposible llegar a los 150.000 visitantes que se consiguieron en las últimas convocatorias, cuando lució el sol y el mercado fue inaugurado el viernes por la mañana.