El Nobel de Literatura 2009 se adjudicó ayer a la escritora rumano-alemana Herta Müller, narradora del desamparo y voz de las minorías alemanas en los países del centro de Europa. Su obra dibuja los paisajes de los desposeídos «con la concentración de la poesía y la objetividad de la prosa», según el fallo difundido por la Academia Sueca en Estocolmo.

La elección de Müller, una de las favoritas para esta edición, aumenta la sospecha sobre la discreción de la Academia Sueca, que había prometido extremar la seguridad para evitar los hechos del año pasado. En 2008, la casa británica de apuestas Ladbrokes cerró los pronósticos para el Nobel de Literatura horas antes del fallo por un aumento espectacular en las apuestas por el francés Jean-Marie Le Clézio, que acabó ganando. Lo mismo se ha repetido esta vez con Müller, que escaló posiciones de forma vertiginosa en las apuestas de Ladbrokes en los últimos días hasta situarse segunda tras el israelí Amos Oz. Y al igual que el año pasado, la jefa de Cultura del diario sueco Dagens Nyheter, Maria Schottenius, acertó en su pronóstico sobre el ganador, lanzado hace días, algo que ayer atribuyó, en broma, a la «brujería», negando haber recibido una filtración de la Academia.

A favor de las minorías

La designación de Müller supone reconocer a una autora que encarna en buena parte el destino de las minorías alemanas en los países del centro de Europa que, tras el fin de la II Guerra Mundial, en muchas ocasiones tuvieron que pagar por partida doble las culpas del nacionalsocialismo.

La escritora, que vive en Berlín desde 1987, nació en Nytzkydorf (Rumanía) en 1953 en una familia de la minoría alemana. Muchos alemanes en Rumanía fueron deportados a la Unión Soviética, como le ocurrió a la madre de Müller, que pasó cinco años en un campo de trabajo en la actual Ucrania.

Esa experiencia ha quedado retratada en Atemschaukel (2009), su última novela, un intento por desentrañar lo que se escondía detrás del silencio de su madre y de otros muchos rumanos-alemanes de su generación, que no se atrevían a hablar de su época en la URSS. Así, Müller trató desde muy pronto de tender puentes entre las dos culturas a las que pertenecía, como revela el hecho de que estudiara simultáneamente filología germánica y rumana en la Universidad de Timisoara, donde tuvo su primer contacto con jóvenes escritores de habla alemana opuestos al régimen de Ceacescu.

Contra Caecescu

Su primer encontronazo con tra la dictadura de Caecescu fue en 1979, cuando Müller fue despedida de su trabajo como traductora en una fábrica por negarse a colaborar con la Securitate, el servicio secreto de la Rumanía comunista, que siguió acosándole a partir de entonces.

Su primer libro, Niederungen (En tierras bajas) también fue motivo de conflicto: el manuscrito reposó durante cuatro años en la editorial antes de poder publicarse censurado, en 1982. En esta obra, como en como en Drückender Tango, Müller retrata la vida en un pequeño pueblo germanoparlante y la corrupción, la intolerancia y la opresión que en él encuentra.

Eso le valió la crítica de la prensa rumana, todo lo contrario de lo que ocurrió en Alemania, en donde Niederungen recibió en 1984 el premio Aspekte, al mejor debut en lengua alemana del año. Tres años más tarde, Müler emigró a Alemania con su esposo, el escritor Richard Wagner, y allí ha seguido desarrollando su carrera, con novelas como Der Fuchs war damals schon der Jager (La piel del zorro) y Herztier (La bestia del corazón), donde relata de forma detallista la vida cotidiana en una dictadura estancada.

La Nobel de Literatura 2009 se declaró ayer sorprendida por el galardón y dijo que de momento se ha quedado sin habla aunque espera recuperarla a más tardar el 10 de diciembre, cuando sea la entrega de premios en Estocolmo. «Estoy sorprendida y todavía no me lo puedo creer. De momento no puedo decir más», dijo Müller en una primera reacción difundida por su editorial alemana Hanser.

El director de la editorial, Michael Krüger, apuntó por su parte que con Müller había sido premiada una autora que «veinte años después del fin de la guerra fría insiste en mantener el recuerdo del lado inhumano del comunismo». «Su gran trabajo de duelo literario es un ejemplo impresionante de una literatura europea comprometida que, con agudeza analítica y precisión poética, hace presente nuestra historia», agregó Krüger.

La plana mayor de la política alemana destacó el valor simbólico de la concesión del Nobel a la poetisa rumano-alemana en el vigésimo aniversario de la caída del Telón de Acero. «Es una señal maravillosa que justo ahora», se haya premiado una literatura de «excelente calidad» enriquecida «con una experiencia de vida que habla de dictadura, opresión, miedo pero también de un valor increíble», dijo la canciller, Angela Merkel.