Jesús García en s'Argamassa, muy cerca del acueducto. | Marco Torres

«No existe ningún tipo de protección», asegura María Jesús García, presidenta de la Asociación Rasar (Recuperem Acueducte de s'Argamassa) al referirse al estado en el que se encuentra actualmente el conjunto patrimonial que incluye un acueducto, una villa y un yacimiento, todos de las épocas púnica y romana, datados entre los siglos III a.C y I a.C.
La preocupación de la responsable de esta agrupación es que el conjunto acabe por desmoronarse. «De alguna manera, creo que ha habido intereses por encima del bien cultural y nadie reconoce las negligencias que se han producido», sentencia García.
Ya en el año 2000, la Comissió de Patrimoni aprobó un informe, realizado por Joan Ramon Torres y Jordi Fernández, en el que se recomendaba a Patrimoni acordar, junto al Consistorio de la Villa del Río y la Demarcación de Costas, la instalación de un pequeño dique que aislara el yacimiento de la acción del agua para asegurar su conservación. Pero lo cierto es que, hoy en día, estos lugares no gozan de la protección que un Bien de Interés Cultural de su nivel merece. Y lo peor es que desde la asociación temen que sea demasiado tarde para recuperarlo.
Piedras secas
«Me compré una casa en Punta Arabí. Un día, paseando con mi perro, éste me llevó a unas piedras que, por su aspecto me parecieron curiosas y las observé. En el pueblo me decían que eran piedras secas. Por su apariencia, cubiertas de broza y de escombros, no llamaban la atención», recuerda María Jesús García, que añade que en el Ayuntamiento nadie supo informarle sobre este lugar y que el acueducto no aparecía en ninguna guía turistica.
En un primer momento, la presidenta de la asociación Rasar informó al Consistorio para dar a conocer este patrimonio. «Pensé que quizás no sabían que tenían esta preciosidad», asegura. Su acción partía de la ilusión porque se conociera este bien, aunque poco después descubrió que no sólo se conocía la existencia de este enclave sino que, a pesar de su catalogación como BIC, las protecciones pertinentes para este tipo de monumentos jamás se aplicaron. «El valor paleontológico, arqueológico y etnológico de este conjunto supera al de las murallas renacentistas de Vila que, pese a su belleza, son muy posteriores al monumento de s'Argamassa», resalta García. Según las investigaciones sobre este enclave que ha realizado la presidenta de la Asociación Rasar, allí se estableció el primer impuesto por el amarre de barcos.
A pesar de ser un acueducto tosco, puesto que estaba destinado a fines comerciales, su importancia, por constituir el primer vestigio industrial de la Isla, es mayúscula. Para la propia construcción del acueducto, que mide medio kilómetro, fue necesario emplear a un topógrafo y a un ingeniero que adaptasen la construcción a la orografía de la zona, así como a multitud de esclavos que más tarde pasaron a formar parte del personal que trabajaba en el funcionamiento del puerto. Para esto también fue necesaria la construcción de una calzada que, hoy en día, ha desaparecido por completo.
Valor industrial
Las almadravas que se encontraban en este enclave contenían atún, y allí mismo se cogía mures, un valioso material que servía para teñir la ropa de la alta sociedad de color púrpura. También era un lugar donde se fabricaba garum, una salsa muy apreciada que se hacía con restos de pescado y que constituía el ketchup del mundo antiguo. En este núcleo también se hacía la salazón del pescado, que posteriormente era distribuido por toda Eivissa. Además, era en el puerto adyacente donde podían atracar cincuenta embarcaciones, el lugar en el que éstas se abastecían de agua dulce para seguir su ruta hacia el este.
El conjunto monumental que hoy en día se encuentra en un estado ruinoso incluye una villa, que ha sido completamente expoliada, y un yacimiento, que estaba cubierto de mosaico, donde se mantenía vivo el atún, en una enorme piscifactoría.
Los arqueólogos de Mérida que García trasladó hasta este lugar valoraron el estado del monumento y aseguraron que, si la consolidación se hubiera llevado a cabo a tiempo, se podría haber evitado el desprendimiento de algunas partes del muro del acueducto. «Hace diez años que se tendría que haber intervenido», aseguró García.
La presidenta de la asociación que defiende la protección el conjunto de s'Argamassa se ha puesto en contacto con el Ministerio de Cultura, que tras conocer el testimonio de García se ha dirigido al Consell d'Eivissa para interesarse por la situación y por las futuras intervenciones que la máxima institución balear tiene previsto llevar a cabo sobre este conjunto, de lo contrario este enclave «está condenado a desaparecer».
Con las acciones que ha iniciado García espera no tener que recurrir a una vía legal para instar a las autoridades a proteger este lugar y difundir no sólo su existencia, sino también su importancia. «Eivissa, como enclave turístico, podría potenciar este lugar para atraer a otro tipo de turismo», señala García.

Una lucha sin resultados
A pesar de las buenas intenciones manifestadas por las autoridades, la inoperancia de éstas a la hora de proteger este espacio arqueológico animó a María Jesús García a constituir la asociación que ahora preside. Ella misma se ha encargado de recoger firmas de vecinos y gente que quiere que este patrimonio se conserve y se proteja en las condiciones óptimas. Hasta la fecha lleva recogidas 6.000 rúbricas. Los arqueólogos de Mérida y Roma a los que ha consultado coinciden: «Todos se llevan las manos a la cabeza», recuerda García.
En 1978 se iniciaron los trámites para preservar este patrimonio que finalmente se declaró BIC de la máxima categoría en 1998. María Jesús García se pregunta: «¿Por qué, si tienes un tesoro, lo mantienes escondido?».
Es esta incógnita la que permite que no ceje en su empeño para que la situación en la que se encuentra el acueducto, la villa y el yacimiento de s'Argamassa cambien antes de que sea demasiado tarde.