Miguel Martínez lleva dos años haciéndose cargo de la dirección de la Escola d'Arts i Oficis d'Eivissa i Formentera, cuya sede se trasladó a finales de los 90 a Can Cifre desde el edificio de la Avinguda d'Espanya, que estaba situado en el solar que actualmente alberga el Conservatori Superior de Música i Dansa d'Eivissa i Formentera. A pesar de que la precariedad ha sido una constante desde que se produjo el traslado, Martínez ha iniciado con su mandato una campaña para limpiar la imagen del centro y mejorar, en la medida de lo posible el equipamiento del que dispone el centro, que el año pasado cumplió 75 años.
Mientras que el Govern Balear, tras ignorar las peticiones de mejoras básicas que reclama la escuela, se dedicaba a redactar un pormenorizado informe sobre los riesgos que presenta el edificio, el máximo responsable del centro insiste hasta la saciedad en que se ha hartado de transmitir «una imagen de escasez». El proyecto que Miguel Martínez presentó cuando fue nombrado director incluía reformas tanto académicas como de gestión del centro, que él mismo considera «una cantera de artistas de la isla».

Comparaciones
La escuela, que envía y acoge a alumnos de programas europeos de intercambio reconoce que el agravio comparativo respecto a otros centros es inevitable. «Sería necesaria más amplitud en los espacios de los talleres y una reforma integral de la instalación de agua, luz y calefacción», señalaba Martínez que apuntaba las numerosas exposiciones, actividades y la repercusión exterior que tiene el trabajo de los alumnos del centro como contraprestación a las indudables carencias.
La ínfima asignación que reciben de las instituciones apenas sirve para «poner parches», asegura el director, que agrega: «Con lo que nos dan, sería imposible acometer obras de envergadura»
Dando una vuelta por el centro no deja de sorprender la cantidad de arte que rebosa desde los lugares más insospechados. Cualquier sitio es bueno, cualquier giro al doblar una esquina del pasillo puede albergar una obra de arte creada por los alumnos. Incluso las tuberías oxidadas de los radiadores resultan artísticas, pese a que esconden una triste realidad.
En el taller de forja, la maquinaria de los años 50 convive en una extraña armonía con las adquiridas recientemente. Algunas de ellas ya no están en uso pero otras sí lo están, otras carecen de la fecha de fabricación. Este hecho requiere una dosis doble de atención por parte de los profesores, cuya profesionalidad ha evitado que se produzcan incidentes. «La fragua antigua sigue utilizándose y su uso se combina con el de la nueva, que es a gas», explica.
«No gozamos de una buena reputación, por los motivos que sea y eso, al final, repercute en todo», concluye el director, que se ha empeñado en lograr cambiar tanto la percepción de los futuros alumnos y de sus padres así como en lograr un cambio profundo en el centro. Se trata de un cambio merecido ya que la escuela recibe anualmente una media de 200 alumnos nuevos que comienzan aquí su formación y que constituyen el presente y se convertirán en el futuro del arte y la cultura pitiusa y que parecen ser lo más olvidados de la formación académica en la Isla.

La precariedad constante
Un día laborable cualquiera, las alumnas de primero de diseño de moda comparten un amplia aula donde aprenden diferentes artes básicas para poder realizar sus propias creaciones una vez finalicen sus estudios. Este grupo de diez chicas tiene que compartir una única tabla de planchar y repartirse las cuatro únicas máquinas de coser de que dispone el centro, lo que les obliga a pasar ratos esperando a que sus compañeras finalicen las tareas que les han sido encargadas.
Marian Ferrer Ramon, la profesora que imparte esta materia asegura que necesitan «de todo». En ese aspecto, insiste, como hace el director de la escuela en que tiene la sensación de que sus alumnos están «olvidados».
Una de las reclamaciones que también hacen los docentes incluiría la construcción de una sala de exposiciones permanente, que permitiría, no sólo mostrar el trabajo de los alumnos sino también dinamizar la actividad cultural que genera anualmente el centro.