Una de las obras de Eka expuestas desde ayer en Sant Francesc.

En la Sala de Cultura de l'Ajuntament Vell de Formentera se inauguró ayer una exposición con cientos de dibujos que Eka hizo de la isla, su isla, la tierra en la que vivió durante largos años. Una isla que hace más de una década, alertaba, ya corría el peligro de desaparecer al perder sus características propias, por exceso de cables eléctricos, de coches, de personas, de basuras; Eka denunciaba absorto en sí mismo con su rotulador negro y su papel en blanco.
Jean Claude Englebert, belga de nacimiento aunque errante por vocación, comenzó como ejecutivo en una empresa publicitaria de éxito pero luego una crisis personal hizo que abandonara lustres y dineros y se lanzó a un viaje que acabó hace un par de años en Eivissa. Por el medio, un ataque al corazón en Aviñón, que no sería el único, del que salió recompuesto en otro y donde comenzó a trazar su trayectoria de dibujante, observador, testigo de lo cierto y de lo ficticio. Siempre recordaba que durante más de un año vivió en Aviñón, con una mano delante y otra detrás, dibujando esa magnífica ciudad medieval y que llegó a hacer «kilómetros de papel», dijo en una ocasión, plasmando todos y cada uno de los rincones de la ciudad, lo cual le ayudaba a sobrevivir.

'Apártate'
El escritor formenterés Vicent Ferrer 'Morna' ha dedicado a Eka un bello texto que rinde homenaje a un personaje sumamente peculiar. Apártate, que me tapas el paisaje es el título del mismo. Y 'Morna' lo retrata con concisión: «Se llamaba Jean-Claude, pero firmaba siempre como Eka. Sombrero. Vestido de gris y negro. Manga larga en pleno verano. Copa de vino. Barba blanquecina. A sus pies, un capazo. Sobre la mesa, papeles, cuadernos, rotuladores. Dibujaba en su bloc, pero también sobre servilletas y posavasos. A veces una detalladísima panorámica de la plaza o de la calle, a veces fugaces figuras humanas, nada más esbozadas, que devenían espectros etéreos sin rostro sobre el papel. Su misión era observar. Observar y dibujar. Observar y capturar. Observar y reflexionar. Estudiar la luz, la perspectiva, los volúmenes. Compartir el proceso creativo con los amigos o los turistas curiosos, sin ahorrarse explicaciones y siempre exhibiendo una pegadiza sonrisa».
Porque sentarse junto a Eka era un privilegio, parecía que las manos se le hicieran huéspedes de líneas, trazos y sombras, parecía incapaz de refrenar sus impulsos y mientras hablaba de forma pausada y argumentativa, emborronaba con una demostración de arte sumamente sencillo pero al mismo tiempo preciso y cautivador, de cuanto se estaba desarrollando a su alrededor.

Algo que ya pasó
Sus obras, centenares de ellas ocupan las paredes de la Sala de l'Ajuntament Vell y numerosas carpetas para que la gente se identifique con Formentera, especialmente con la Fonda Pepe, ya que en 1998 se dedicó durante casi un año a dibujarla, junto a la plaza, y toda la vida que giraba en torno a la misma; cientos de dibujos que son un documento impagable de algo que ya pasó, de una isla que conoció, amó y perpetuó desde la modestia de un papel y un rotulador.

«El primer indignado»
Para Vicent Ferrer, «Eka era el primer indignado, mucho antes de que el 15-M nos recordase que la crisis de los débiles está en los bolsillos de los ricos. En sus cuadernos estaban también las recetas globales para cambiar el mundo, en forma de aforismos o breves apuntes, centelleos de compromiso cívico obtenidos quizás a base de desmenuzar y examinar minuciosamente lo más inmediato y concreto, a base de entender muy bien cual era su lugar en el mundo. Eka desafiaba, desde el silencio y la placidez de sus reposos en las terrazas de las cafeterías, todo este constructo o entramado político y financiero que definimos como 'Sistema' y al que nos referimos de mil maneras. Si un altivo heraldo de este Gran Hermano se le presentase a caballo y le preguntase qué podía hacer por él, seguro que Eka desviaría la mirada del papel donde dibujaba y le respondería: 'Apártate, que me tapas el paisaje'».