Alfredo Montero, durante la presentación de la película que llevó a cabo en el Consell de Formentera el pasado día 20 de septiembre.

El duro largometraje Niñ@s (que pudo verse en los festivales de cine de Málaga y de Montreal) indicó en 2005 que algo se cocía cinematográficamente en Formentera. Su director, Alfredo Montero (Formentera, 1978), vuelve a la carga con La cueva, una cinta de terror rodada en la Isla que esta noche se proyectará en la sección oficial a concurso Fantàstic Panorama del Festival de Sitges.

—¿Qué siente estando en la sección oficial a concurso de Sitges?

—Una satisfacción muy grande. Sinceramente sentimos que la película se merece estar aquí porque hemos hecho mucho trabajo. Nos hemos dejado literalmente la piel rodándola un grupo de gente con mucho talento y la verdad es que ha quedado con una factura muy buena. Creemos que es una gran película de terror, pequeña, pero una gran película que engancha a lo largo de sus ochenta minutos, sobre todo desde el momento en el que se entra en la cueva, con una tensión que llega a ser bastante insoportable en algunos momentos. Pero eso era lo que buscábamos y lo que buscan los aficionados al cine de terror.

—¿El ambiente en Sitges es tal como lo imaginaba?

—Es exactamente como esperaba. Normalmente te decepcionas, porque te haces muchas ilusiones con el ambiente o con el número de distribuidores y las alfombras rojas y el glamour, pero aquí hay mucho de todo ello. Hay miles de personas acreditadas de prensa, distribución... Hay ochocientas personas entre exhibidores y distribuidores que han venido a ver las películas. Estamos intentando hacer contactos tanto con distribuidores internacionales como con productores y otros festivales del mundo.

—¿Cómo están funcionando esos contactos?, porque la película ya la han podido ver algunas personas.

—No la ha visto el público. Hay pases privados mediante códigos y passwords en internet y sobre todo screenings, salas de proyección privadas en las que hay un ordenador, unos auriculares, una tele y los interesados pueden ver las películas. Si les gusta se ponen en contacto contigo, y si no, a otra cosa.

—¿Tienen ya constancia de alguno de estos visionados privados?

—La verdad es que aún no habíamos llegado y ya teníamos alguna propuesta. La sensación es increíble. Nuestras mejores expectativas ya se habían cumplido cuando apenas llevábamos veinticuatro horas en Sitges tras llegar el lunes. Ahora seguimos hablando con gente que ya se ha puesto en contacto con nosotros. Estamos realmente muy contentos. La gente de los medios está comprobando el valor añadido que tiene hacer una película de muy bajo presupuesto y sacar un producto como éste a partir de tan pocos elementos. Y no solamente económicos, sino que realmente lo que he buscado es crear algo muy básico, con una historia muy sencilla, porque creo que cuanta más sencillez hay mejor funcionan las cosas. Tanto en montaje como en sonido hemos intentado añadir algunas cosas y no funcionaban. Lo que mejor funcionaba era todo aquello que era más real y natural, y eso es también lo que más terror da. Cuando piensas que la historia puede pasarte a ti es cuando más miedo provoca.

—Parece que este tipo de cine de terror vive un buen momento.

—El terror es el género que mejor funciona, que mejor soporta la piratería y la crisis, porque el público es muy fiel y sigue yendo a las salas a verlo Por eso hemos buscado este género a la hora de hacer la película. Ya sufrimos mucho con Niñ@s, que era una película muy dura. He cambiado de registro, he experimentado y me ha salido bien.

—Comentaba que la tensión se incrementa cuando los personajes entran en la cueva, ¿esa es la tensión que usted sintió cuando comenzó a explorarla?

—Ahora no la tengo, pero al principio lo pasé mal. Las primeras veces entras con hilos para marcar el camino y con más gente, porque no sabes lo que te encontrarás. Lo pasas mal. Tienes la sensación de que esas toneladas de roca te van a caer encima, y la cueva son galerías y galerías... Es realmente un laberinto. No tienes ni idea de si has pasado dos veces por el mismo sitio o de si sabrás volver a salir.

—¿Conocía la cueva o la localizaron para la película?

—No la conocía. Estuve mirando otras, pero no eran tan cinematográficas. Podían ser más esepctaculares y más peligrosas; de hecho, demasiado peligrosas para ir con un equipo de rodaje. En otras incluso temí por mi vida al estar en ellas. Tenía una sensación real de que podían hundirse. Y muchas eran muy profundas en todos los sentidos, parecía un viaje al centro de la Tierra. Hay muchísimas cuevas en la Mola. Lo que decía Julio Medem de que Formentera era una isla que estaba hueca por dentro parece que es real.

—¿Cree entonces que la atmósfera que captó en esas primeras incursiones en la cueva ha quedado reflejada en el guión?

—Sí. Gracias también a los actores, que los primeros días lo pasaron muy, muy, muy mal. Fueron muy profesionales y ninguno de ellos llegó a admitir que realmente no estaban nada a gusto. Una de ellas estuvo tomando ansiolíticos y no me lo dijeron hasta el final del rodaje para no estropear el ambiente de trabajo. Son unos valientes. Aparte del miedo que tengas de estar en la cueva, es muy duro físicamente estar ahí dentro. Acabas mojado y lleno de barro; es muy incómodo y te vas haciendo una herida tras otra. Como espectador, ves que corren mucho, que hay persecuciones y se llevan sustos, pero a la hora de rodarlo hay que pensar que no todas las tomas salen a la primera, que había que repetir diez o quince veces la misma pasando por sitios muy estrechos y muy incómodos. Heridas, estalactitas partidas que te clavabas, pero había que seguir corriendo como si no pasara nada para conseguir la escena. Fue muy duro.

—¿Fue complicado encontrar el tipo de actores que quería y que además estuvieran dispuestos a meterse en la cueva?

—Lo de la cueva se lo avisamos miles de veces, pero incluso así no podían hacerse una idea de cómo era en realidad lo que se encontrarían. Hicimos unas pruebas bastante duras en Madrid con la directora de casting, María Acero, que ha hecho un gran trabajo y nos solucionó muchas cosas, como por ejemplo una primera selección de entre muchos candidatos. Al final vimos a unas cincuenta personas, sabiendo que cualquiera de ellas podía darnos el perfil.

—¿Los actores han visto la película?

—Solo han visto trozos, porque ha habido que doblar muchas partes de la película. No la han visto entera y no la verán hasta la proyección al público. Puedo asegurar que están de los nervios.

—Es el último punto de tortura que les ha preparado, aunque sea un poco involuntariamente...

—Sí, eso parece (risas). La verdad es que ha habido momentos de mucha tortura para todos los involucrados, tanto el equipo técnico como el artístico.

—¿Tan duro ha sido también a nivel técnico?

—Ha sido una pesadilla. Es muy incómodo. La iluminación que se corresponde con la historia es muy básica, porque se compone de una linterna por personajes y una antorcha para la cámara. A la hora de rodar no se veía bien y, además, para ahorrar baterías, la mayoría del tiempo estábamos a oscuras. Era una sensación muy extraña. Estás ahí con cámaras, micrófonos, ayudantes, maquillaje, gente comprobando que todo está bien de racord, gente arriba y abajo, todos escondidos para no aparecer en el plano y la mayoría del tiempo a oscuras.

—Una vez tuvo el metraje, ¿cómo fue enfrentarse al montaje?

—Fue lo que menos me costó de la película. Hicimos varias pruebas y vimos que lo que funcionaba era un montaje que diera la apariencia de que no había nada montado, sino que lo que aparece en la pantalla es lo que grabaron los personajes durante su viaje. Es una película en la que los trucajes buscan que todo parezca natural. En lugar de hacer una película con sonido al uso, limpiando al máximo los diálogos, para que nada suene con ruidos, que todo sea nítido, aquí hemos hecho lo contrario, aprovechando los ruidos de la cámara, de los micrófonos, los golpes. Y toda la suciedad que podíamos añadir nos ayudaba, porque la película no tiene música. Es la grabación cámara en mano de unos viajeros. El sonido que le hemos añadido nos hace de banda sonora.

—Completada ‘La cueva’, ¿se ve rodando fuera de Formentera?

—Lo único que tengo en mente de momento es escribir alguna cosa que no dependa de un lugar, sino que sea más bien un escenario. Estoy investigando. Me ha gustado el género de terror y a lo mejor intento probar en el área del suspense con alguna nota de terror. Pero solo estoy investigando. Por el momento La cueva me absorbe completamente.

—¿Cuáles han sido sus referencias cinematográficas?

—No soy un director seguidor de directores, sino de películas. Al final todos los directores ruedan alguna ‘castaña’. En mi caso tengo que mencionar a Spielberg, que ha amamantado a toda nuestra generación, y también a Kubrick, que es interesante no solo por su trabajo como director, sino también por su personalidad, un poco extraña, que me llama mucho la atención. Hizo cosas completamente distintas a otros directores y con un estilo imposible de copiar, con un gran talento.

—Supongo que también por su trabajo como fotógrafo y como reportero, algo en lo que coinciden...

—Mira, sí, ahí coincidimos, pero es pura anécdota. Me considero mejor director que fotógrafo, aunque he hecho la fotografía de la película, pero no es lo mío. Soy guionista y director; lo de fotógrafo fue por comodidad y porque lo tenía muy claro. Lo preparé muy bien, lo tenía todo muy controlado.

—Al principio mencionó la piratería. ¿Si le pidiera que me explicara qué se le viene encima al cine entre este fenómeno y las subidas de IVA qué me respondería?

—La piratería es lo que mata el cine. El IVA ayuda a que la gente que iría al cine vaya menos, pero lo que mata el cine es la piratería. Y es extremadamente fácil de combatir, lo que pasa es que no hay una verdadera voluntad por parte de los gobernantes de enfrentarse a ella, porque no es popular. La prueba la tenemos con Megaupload, que se cerró sin contemplaciones. No la quitan porque hay millones de usuarios que al final son votos y a los que si les quitas las películas y la música gratis no votarían a quien se lo haya quitado.

—Los actores están nerviosos de cara al estreno y usted ya conoce la reacción de parte de la industria. ¿Cómo lleva los nervios por la proyección ante el público?

—Ahora mismo estoy tan centrado en los contactos de distribuidores y productores que no he tenido tiempo de pensar en la proyección. La verdad es que estoy contento e ilusionado. Lo que tengo son ganas de que la vea el equipo, para disfrutar con ellos y con la gente que viene de Formentera al pase. No estoy nervioso por si gustará o no porque estoy muy seguro de la película. He hecho exactamente la película que quería desde el principio, así que si me he equivocado en algo habrá sido desde el concepto original. Estoy muy orgulloso con ella y sé que funciona. Creo que no se me puede pedir más. Puede gustar más o menos, pero nadie puede negar el valor que tiene una película así.