El nuevo reto operístico de Armin Heinemann para la VII edición del Festival d’Òpera d’Eivissa tiene un claro objetivo y es el de mostrar una obra más distendida después de ofrecer en los dos años anteriores dos dramas como Tosca y Don Giovanni. Para ello, el productor musical ha regresado a Gioachino Rossini, de quien ya ha montado la ópera Il signor Bruschino (presentada en Can Ventosa en 2009) y autor de La Cenerentola (La Cenicienta), que se representará en el Palau de Congressos de Santa Eulària los día 9, 11, 13 y 15 de septiembre. «Después de Tosca y Don Giovanni me pareció bien hacer una cosa más ligera, pero que guardara alguna relación con nuestros días, de un modo algo irónico», explica Heinemann, para quien Rossini «tiene una cierta ligereza, mucha fantasía y una creatividad musical increíble, es como si fueran fuegos artificiales de ideas musicales, además de ser muy atractivo para llevar a escena».

«Hoy en día todo el mundo quiere ser políticamente correcto y en realidad nos encontramos perdidos dentro de un sistema. Sólo queremos alcanzar nuestros deseos y eso es lo que ocurre en La Cenicienta. Pero no siempre funciona porque hay imprevistos y accidentes y a todo esto Rossini le pone música de un modo increíble», remarca.

Y los engranajes ya se han puesto en marcha. Este viernes, Heinemann viajará a Barcelona para ensayar durante diez días con los cantantes, un viaje que repetirá en agosto, antes de que el 1 de septiembre se encuentre en Eivissa todo el elenco artístico y técnico para poner a punto las funciones. «La dirección de escena es muy entretenida —relata—, porque no hay nada escrito. Está la música y mil posibilidades de hacer la escena. No se nota, pero es la base de todo, ya que debes contar la historia a través del movimiento y la interacción de los participantes, es casi como cine mudo o mimo».