Carla Marrero, ayer, en Eivissa. | P.T.

Con apenas dieciocho años de edad, la violinista Carla Marrero abrirá esta noche en el Centre Cultural de Sant Carles (22,00 horas) la XX edición del Festival Internacional de Música de Ibiza. Mientras combina sus estudios con los conciertos, la intérprete llega a la Isla para interpretar un programa con obras de Bach, Paganini, Wieniawski, Ysaÿe, Kreisler y Milstein armada con un violín construido en 1703 por Hyeronimus Amati en Cremona (Italia), cedido por Charles Beares.

—¿Conocía Eivissa?

—No conocía la Isla. Llegamos a última hora de la tarde del jueves y después del concierto nos quedaremos unos días para recorrerla un poco.

—¿Tenía referencias de este festival?

—Había oído hablar del concurso de piano, pero ahora he podido conocerlo un poco en su integridad y me he llevado una sorpresa muy grata, muy bonita. Ver tantos países, tanta gente que participa, es muy agradable.

—Cómo era su relación con los primeros violines que tuvo de niña. ¿Eran como juguetes?

—Un poco sí. Casi como una mascota. He tenido perros siempre y más o menos es la misma sensación. El violín es parte de la familia.

—Empezó a estudiar en Madrid pero a los nueve años se trasladó a Colonia. ¿Fueron difíciles esos tiempos?

—Antes de entrar en Colonia llevaba bastantes años viajando a Alemania con mi profesor. Iba y venía. El alemán lo aprendí a la vez que el español, así que es también como una lengua materna, y eso facilitó que no fuera tan duro porque llegaba allí y lo entendía todo. De hecho, me gustaba estar en Alemania. Por un lado tenías el colegio y por otro el violín, pero también veías cosas que los niños de tu edad no tenían la oportunidad de ver. Era como hacer algo especial y muy interesante.

—Pese a su juventud, su curriculum ya está jalonado de grandes nombres y orquestas importantes, además de numerosos premios. ¿Cree que está yendo todo un poco rápido?

—No creo que sea así. Siempre pongo como ejemplo el de un deportista que se prepara para unas Olimpiadas y tiene muy claro que ese es su objetivo, pero después de los Juegos vienen los mundiales, los nacionales..., es siempre un objetivo detrás de otro. En lo que uno se concentra es en prepararse al máximo para darlo todo en el objetivo actual y cuando éste acaba pasar al siguiente. Es como superarse siempre. Lo que se va acumulando detrás está muy bien, porque son experiencias en las que aprendes de los errores y de situaciones nuevas. Mientras más haya, mejor.