¿Por qué, si la inflación es un fenómeno monetario consecuencia de la llegada de una riada de dinero sin respaldo productivo, Madrid muestra un indicador sensiblemente mejor que el de Balears? Efectivamente, la inflación interanual de febrero a febrero en nuestras islas ha alcanzado un registro del 7,5%, mientras que la Comunidad se ha quedado en un 6,9%. Una diferencia notable teniendo en consideración que contamos, no solo con la misma moneda europea, sino también con las mismas políticas económicas; por corresponder su desarrollo al gobierno nacional.

Desde luego, como siempre en economía, los motivos pueden ser múltiples, pero sin duda hemos de descartar que a la capital le haya llegado menos dinero que otras autonomías. Así que la explicación alternativa es que su respaldo productivo ha sido mayor.

Madrid, dentro de los márgenes marcados por la cogobernanza del gobierno de Sánchez, mostró una forma diferente de gestionar la pandemia, poniendo más énfasis en mejorar el equilibrio entre la actividad económica y la lucha contra el virus. Además, desde hace, tiempo sigue una trayectoria algo diferente al resto de comunidades, las cuales -incluida Balears- se han caracterizado por desarrollar políticas intervencionistas y restrictivas con la aparente intención de proteger a sus empresarios locales de la competencia de otros lugares. Un tipo de política con cierta tradición en la España menos moderna, a la que Juan Velarde bautizó como capitalismo castizo, por consistir en buscar el apoyo de los sectores empresariales a cambio del establecimiento de trabas gremiales.

Ciertamente, la política que ha caracterizado al dúo Armengol-Negueruela ha consistido establecimiento de regulaciones de todo tipo que se traducen en cupos, licencias, permisos, moratorias, etc., que han transformado la tradicional liberalidad de la economía balear en un auténtico «régimen del expediente» o de «escala paralizante».

Madrid, sin embargo, se ha salido del guion autonómico general apostando por una economía algo menos intervenida, más abierta y tolerante, capaz de encajar mucho con el progreso.

Sin duda, el ser la única autonomía del conjunto del país que ha optado por ese camino más moderno, atrae hacia sí a los ciudadanos de mente más abierta e inquieta de forma que su nivel de productividad y de producción también está por encima del resto y, por tanto, encaja mejor el impacto de los nuevos euros recién impresos.

Llegados a este punto, aunque es evidente que la política económica es competencia nacional y la monetaria europea, casi ni tan siquiera importa que nos preguntemos si Armengol-Negueruela podrían hacer algo más, que ponerse de perfil, frente a los graves problemas que genera la inflación. Para empezar, por ejemplo, podrían respetar el espíritu autonomista y dejar de reclamar lo que ellos denominan armonización fiscal.