Estos días mucha gente se pregunta si el verano, época en que las empresas turísticas disparan sus ingresos de forma importante, es el mejor momento de invertir en bolsa en este sector, especialmente tras el castigo sufrido por la COVID.

Para responder a esta pregunta, se puede utilizar una de las frases más famosas de André Kostolany, uno de los inversores en bolsa más famosos y con mejores resultados del mundo: «Lo que en la bolsa saben todos, no me interesa».

Hay que pensar que el mercado lo descuenta todo y los analistas y gestores de fondos o de pensiones ya saben que los ingresos de las turísticas son mayores en verano, igual que saben que el consumo se dispara en Navidad y no por ello los sectores relacionados con ellos se disparan.

El motivo es obvio: los análisis que se hacen, ya sea búsqueda de ratios, previsiones de beneficios o descuento de flujos de caja, ya incorpora esta variable estacional. Esto no solo pasa en bolsa: si alguien quiere comprar un hotel en febrero cuando está cerrado, el propietario le pedirá lo mismo que en agosto cuando esté lleno y en plena ebullición.

Ello no supone que el verano sea irrelevante, sino todo lo contrario: pueden ser fundamentales especialmente para las que tengan más estacionalidad ya que la mayor parte de los ingresos provienen de los tres o cuatro meses que conforman la temporada alta.

Igual que ocurre con las presentaciones de resultados trimestrales lo importante es superar expectativas: si esta temporada es mejor de lo esperado (sabiendo que será mejor que el año pasado e infinitamente superior a la de 2020) el sector debería ver un impulso. Posteriormente, en octubre-noviembre, cuando presenten resultados trimestrales y se vea realmente los beneficios y expectativas para los siguientes será el momento en que cambien los datos con los que trabajan los analistas.
Desde luego, el sector está siendo uno de los más castigados en los últimos años: evidentemente la COVID ha tenido mucha importancia al hacerles perder más de un año de ingresos, cuando los costes fijos son muy altos para, por ejemplo, los hoteles y las aerolíneas.

Cuando parecía que se arreglaba y el turismo se iba a reactivar con fuerza gracias a niveles de ahorro record, más ganas que nunca de viajar y apenas sin restricciones se está viendo cómo el ciclo económico está cambiando.

Como valor cíclico, el turismo se resiente: el coste vacacional es de los primeros que se reduce en las familias y, además, las empresas hacen viajar menos a sus trabajadores (o hay menos empresas). Por si fuera poco, la alta inflación también afecta al reducirle los beneficios u obligarles a repercutir precios a sus clientes, algo que no es fácil cuando la economía flojea y no está en su mejor momento. Hasta las subidas de tipos les afectan: desgraciadamente (a todas luces es un error de planificación financiera) hay familias que financian sus vacaciones.

Para acabar no todo es negativo: en primer lugar porque esta ralentización económica podría no ser tan severa como parece, la inflación podría empezar a controlarse y el petróleo, uno de sus costes directos (especialmente para las aerolíneas, aunque realizan coberturas con derivados), está cayendo con mucha fuerza y no está previsto que suban de nuevo.