La narración de Messi con su casa de Eivissa es muy típica: «chico» quiere casoplón de veraneo; y «guiri» quiere vender casoplón; «chico» pide papeles y «guiri» le dice que sí… que los tiene, pero que los ha perdido, que ya –si eso– que los vuelve a pedir; uno conoce a Pepe Gotera y el otro a Otilio y serán los que se van a encargar del check-list de la compraventa; «chico» paga once millones de euros y «guiri» le dice que «if-I-have-seen-you-I-do-not-remember», aunque que los que no viven en España no saben qué significa.

Todos los que participamos en este tipo de operaciones sabemos que hacen falta notas simples, títulos de propiedad, certificados catastrales, energéticos, IBIs, etc. y, no menos importante, el certificado de final de obra y la cédula de habitabilidad. También es igual de importante que, si tienes licencia para una cosa, no puedes hacer lo que se te antoje, otra circunstancia fatal de toda esta historia.

La verdad es que, a toro pasado «a-past-bull», es muy fácil rasgarse las vestiduras y que partidarios y detractores no se posicionen de una manera objetiva sino más bien por un sentimiento gregario o de pertenencia (R.Madrid-Barça, los de arriba y los de abajo, etc.). Lo cierto es que –supongo– el futbolista tiene poca (o muy poca) responsabilidad en este asunto y el problema ha venido por un vendedor que miente como un bellaco a un comprador confiado.

Cualquiera que tenga un mínimo conocimiento del sector inmobiliario sabe que –muchas veces- resulta complicado recopilar todos los documentos necesarios: unas veces dependen del vendedor y otras de una administración pública que suele funcionar con sus propios plazos. El Ajuntament de Sant Josep de Sa Talaia tiene un presupuesto anual de 40 millones de euros (más o menos lo que Leo cobra anualmente) y la casa se ha vendido por 11 millones… a ver, ¿soy el único que piensa que la administración necesita mayor agilidad –y por qué no, más medios– para que determinados trámites sean más dinámicos?

La triste historia de la compraventa de la casa de Messi es que el futbolista ha estado mal asesorado, o al menos han pecado de un exceso de confianza, y engañado por un vendedor mentiroso. Lo positivo que veo es el «efecto Lola Flores», cuando Hacienda le puso la pierna encima, y va a servir de –nuevo– aviso para navegantes sobre el hecho de que hay una ley, que es igual para todos y que debe cumplirse.