La aprobación del Estatut d’Autonomia (1983), junto con la incorporación de Balears a la Comunidad Europea (1986), señala el principio de una larga etapa de expansión en la que el aspecto más destacado es la creciente internacionalización de la economía balear. La naturaleza emprendedora, junto con su carácter abierto, explican que durante estos últimos cuarenta años el principal mercado de Balears haya sido el resto del mundo.

La intensificación de los flujos comerciales, con un importante peso del sector turístico, ha venido acompañada de un notable dinamismo económico. No en vano, el crecimiento experimentado en los últimos cuarenta años ha superado en media anual (2,3%) a economías tan potentes como la británica (1,9%), la francesa (1,7%), la italiana (1 ,1%) o, sin ir más lejos, la española (2,2%). Desde una perspectiva temporal, en Balears los períodos de mayor crecimiento siempre habían ido asociado tradicionalmente a etapas de fuerte expansión turística, como fueron la década de los ochenta (4,6%) y la segunda mitad de los noventa (4,6%).

Esta dinámica de la economía balear queda reflejada, también, en el ámbito laboral con un incremento del número de trabajadores afiliados a la Seguridad Social (137,7%) superior a la media española (89,9%), lo que explica, en gran medida, que Balears registre, actualmente, la tasa de ocupación más elevada del Estado. Asimismo, el desarrollo económico del archipiélago se ha apoyado en una mayor expansión del tejido empresarial, situación que, según el directorio central de empresas, se ha mantenido durante los últimos veinte años (50,8% vs 36,2%, España).

Consecuencia de esta evolución, Balears ha ocupado históricamente las primeras posiciones en términos de renta per cápita en el contexto español e incluso europeo, como lo prueba el hecho de que la renta per cápita de las Islas inició el período considerado encabezando el ranking autonómico y excediendo la media nacional en un 42,9%. Sin embargo, el intenso proceso de convergencia autonómica que ha tenido lugar esta última década, y muy especialmente, el decalaje entre los marcadores de crecimiento económico real y poblacional del archipiélago balear, explican que Baleares haya experimentado una pérdida de riqueza relativa. Así, según el INE, la renta per cápita balear se ha situado en 2021 un 5,0% por debajo de la media española hasta ocupar la octava posición del ranking regional.

Todo ello aporta una confesión reveladora: la acumulación de factor trabajo –sostén del crecimiento económico balear por excelencia– lleva décadas sin apenas sumar décimas al avance real de la renta per cápita. Precisamente, detrás de esta dinámica hay que tener presente que el grado de participación laboral efectiva, es decir, la capacidad de incorporar al mercado de trabajo las cohortes mayores de 16 años, ha tocado techo. Y ello, sin dejar de lado que la participación laboral potencial ha empezado a dar las primeras muestras de saturación, a juzgar por el hecho que el porcentaje de población mayor de 16 años, situado en 2022 en el 84,9%, prácticamente replica el de ejercicios pasados. Es así como la información disponible insinúa el posible agotamiento de una etapa que, tras cuarenta años, lega a la productividad la responsabilidad de impulsar, o al menos de mantener, la prosperidad regional.